Capítulo 302: ¡Qué Buena Es Doña Mendoza!
-¿Hasta cuándo piensas seguir esquivándome?
La voz de Santiago, grave y persistente, la acosaba sin cesar, clavando su mirada en ella sin titubear, incluso girándose en la cama para enfrentarla y forzarla a mirarlo.
Valentina frunció el ceño,
Si solo se trataba de ella evitándolo, entonces tenía argumentos para debatir.
Respiró hondo, su mirada, que al principio esquivaba la de él, lentamente se elevó, encontrándose con
sus oscuros ojos.
-¿Y tú hasta cuándo piensas seguirme ocultando cosas?
Su pregunta, fría y distante, estaba cargada de ironía y autodesprecio.
En un instante, Santiago sintió como si algo dentro de él comenzara a desmoronarse.
Él entendía perfectamente a qué se refería.
La ansiedad que había reprimido empezaba a intensificarse.
-Valentina…
Intentaba explicarse, pero la sonrisa serena de Valentina floreció en su rostro.
-Debí haberlo reconocido antes, un trabajador de un bar con una ocupación especial, sacando una
suma tan grande de dinero, mil millones, sin siquiera parpadear.
-¿Un pariente de la Corporación Mendoza? Je, parece que te subestimé, Mendoza don Mendoza…
En este mundo, hay muchos que llevan el apellido Mendoza. Pero solo hay un don Mendoza. El tono de Valentina hizo que el corazón de Santiago se estremeciera. Él instintivamente exclamó:
-Mi amor… déjame explicar…
-Don Mendoza, yo no puedo ser llamada tu amor, -replicó Valentina, con una mirada cada vez más fría, sintiendo un nudo de ira en su pecho.
Después de despertar del desmayo aquel día, recordó todo.
Vio cómo el director del hospital trataba a su «esposo» con gran respeto, escuchó a alguien llamarlo
*TS ROAKUS
don Mendoza, y entonces recordo todas las incongruencias,
Por un lado, era su esposo, pero cada vez que se encontraba con don Mendoza, nunca vela su
verdadero rostro.
Pensaba que don Mendoza debía tener alguna enfermedad en su rostro, por eso llevaba una máscara.
Creia que don Mendoza estaba interesado en ella y por eso la ayudaba a investigar el accidente
automovilistico de su madre, ella estaba preocupada y en guardia.
Pero nunca imaginó que su esposo a su lado, era nada menos que el imponente don Mendoza.
¿Con qué intención se enfrentaba a ella con dos Identidades?
¿Temia que si ella conocía su verdadera identidad, lo acosaria?
¿O simplemente la consideraba un juguete para divertirse en Coralia y luego, una vez en Guadalajara.
todo terminaría?
Cuanto más pensaba Valentina, más enojada se sentía. Odiaba la sensación de ser manipulada y
jugada.
De repente, empujó a Santiago, diciendo fríamente.
-Necesito descansar. ¿Puede salir don Mendoza, por favor?
Santiago no se movió.
No queria salir.
Pero Valentina se burló, mirándolo a los ojos.
-¿0 acaso don Mendoza quiere repetir la experiencia?
Mientras hablaba, Valentina intentó tirar de la manta que cubría su pecho.
Santiago, sin embargo, agarró su mano.
En sus ojos, Valentina vio desprecio.
Durante este tiempo, había olvidado que Valentina había despreciado a «don Mendoza» desde el
principio, incluso lo detestaba.
Tomando una profunda respiración, arregló la manta de Valentina, se levantó de la cama y antes de
salir, dijo en voz baja.
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-Descansa bien.
La puerta se cerró,
Separando a ambos.
Y esa noche, ninguno de los dos pudo dormir.
Al día siguiente, cuando Valentina fue al hospital, no volvió a ver a Santiago, pero Thiago estaba allí.
Tan pronto como la vio, se acercó.
-Doña señorita Lancaster…
A punto estuvo de dirigirse a ella como «doña Mendoza», pero se corrigió a tiempo. Al notar el semblante ensombrecido de Valentina, y recordando el tono con el que Santiago le había pedido esa mañana que protegiera bien a doña Mendoza, Thiago no pudo evitar preguntarse si algo habría sucedido la noche anterior. Sin embargo, se sacudió pronto esas ideas y extendió un sobre hacia ella.
-Señorita Lancaster, esto es lo que me pidió investigar ayer, está todo aquí.
Valentina tomó el sobre con las manos que, por un momento, se crisparon al recordar a Santiago. A
pesar de detestar la forma en que él jugaba con ella, se vio a sí misma utilizando à uno de sus hombres
para hacer sus diligencias, lo que la llevó a despreciarse un poco a sí misma. No obstante, su rostro
pronto se iluminó con una sonrisa de agradecimiento y le dijo a Thiago.
-Gracias, voy a invitarte un café.
Mentalmente, se prometió á sí misma que sería la última vez, que en adelante marcaría las distancias.
Thiago se quedó perplejo incluso después de que Valentina entrara a la habitación. La situación le
parecía cada vez más extraña, pero no podía dejar de pensar en lo agradable que había sido dona
Mendoza al ofrecerle un café, y en lo brillante que había sido su sonrisa hacia él.
«Doña Mendoza es realmente amable», pensó.
En la habitación, Valentina cuidó de don Raúl como siempre lo hacía, limpiando su cuerpo con
delicadeza. Luego sacó el sobre que Thiago le había entregado. Dentro estaba el informe de paternidad
entre don Raúl y Aitana.
La conclusión del documento carecía de las palabras «relación de parentesco», dejando a Valentina sumamente desconcertada. Cuando Aitana había sido reconocida como la verdadera hija de la familia Valenzuela, Valentina no había dudado, pero al percatarse de las malas intenciones de Aitana hacia don
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Raul, empezó a cuestionar su identidad. ¿Podría ser que realmente fuera la nieta de sangre de su
abuelo?
¿Habia juzgado mal a Aitana?
Guardo el informe y se sentó al lado de la cama de don Raúl, observando sus manos pálidas y
envejecidas, lo que te provocó una inexplicable sensación de tristeza. De repente, vio moverse ligeramente uno de sus dedos. Valentina se quedó atónita. Penso que habla visto mal, pero luego otro
dedo se movió. Entonces se escuchó un sonido débit:
Citlali
¡Estaba llamando a Citlali!
El corazón le dio un vuelco y Valentina alzó la vista abruptamente, viendo que don Raúl habla abierto
los ojos. Las lágrimas brotaron de sus ojos de manera instintiva.
Abuelo -Su voz se quebró,
Recobrando la compostura de golpe, llamó inmediatamente al médico.
Durante la revisión del médico, Valentina permaneció al lado de la cama, sin que don Raúl apartara su
mirada de ella ni un instante. Tan solo diez minutos después, Alonso, que había salido hace poco, volvió
acompañado de Lucía, quien casualmente habia venido al hospital.
-Don Raúl ha despertado y ya no corre peligro, pero se golpeó la cabeza, así que no sabemos si su
memoria se ha visto afectada, habrá que observarlo -explicó el médico.
La memoria de don Raúl ya era confusa antes del incidente, debido a una enfermedad cerebral.
Después de que el médico se retirara, Valentina, Alonso y Lucía se congregaron alrededor de la cama,
mirándole con preocupación.
-Abuelo. ¿me reconoces? Soy Lucía–dijo ella con voz temblorosa.
Don Raúl parpadeo, luciendo desconcertado. Los tres intercambiaron miradas de inquietud.
-Abuelo, yo soy Alonso–intentó él.
Don Raúl dirigió su mirada hacia Alonso y frunció el ceño. ¿No podía reconocerlo?
Valentina comenzó a sentir pánico, recordando que acababa de escuchar a don Raúl llamarla «Citlali». Él deberia recordarla… Con esfuerzo, esbozó una sonrisa y dijo.
–Abuelo, soy Valentina, Vale…
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Todos fijaron su atención en don Raúl. Cuando su mirada finalmente se posó en Valentina, su rostro se iluminó con una sonrisa y su mirada se llenó de ternura.
-¿Qué Valentina, qué Vale? -dijo con voz cariñosa.
Todos contuvieron la respiración. Justo cuando pensaban que don Raúl no recordaba nada, él tomó la mano de Valentina. Incluso su tono de voz se tornó más afectuoso.
-Tú eres Citlali, mi hija.
Tanto Lucía y Alonso, como Valentina se quedaron perplejos.
-No, abuelo, yo soy Vale -intentó corregirlo Valentina.
-Tú eres Citlali, traviesa, ¿crees que soy un tonto? ¡Cómo voy a no reconocer a mi propia hija! Citlali, no intentes engañarme -insistió don Raúl con firmeza y cariño.