Capitulo 303: Malentendiendo Su Relación
En la habitación del hospital, el ambiente era extraño. Los tres se miraron mutuamente y casi al mismo tiempo se dieron cuenta de un problema. Don Raúl no recordaba a nadie, solo confundió a Valentina con
su hija Citlali.
Citlali, papà te pide perdón. Durante veinte años has estado a la deriva y ahora que finalmente has vuelto a casa, a partir de ahora, a tu lado, papá te protegerá, -dijo don Raúl, sujetando la mano de Valentina con una voz envejecida que transmitia una firmeza inquebrantable.
-Citlali, me llamarías papá, por favor?
-Citlali, si te niegas a llamarme. ¿es porque todavía estás enojada conmigo por no haberte buscado en estos veinte años y por haber querido a otra como si fuera mi hija? Tranquila, ahora que has vuelto, tú eres la señorita Valenzuela de la familia Valenzuela, ella no. ¿Me perdonas?
Miraba a Valentina con ojos llenos de sinceridad y anhelo, como si esperara la reacción de «Citlali».
Valentina, buscando ayuda, miró a Alonso y a Lucía. Lucía fruncía el ceño con un atisbo de hostilidad en su mirada hacia Valentina. De repente, Lucía esbozó una sonrisa, avanzó un paso, empujando a Valentina lejos de don Raúl y tomó la mano de don Raúl con preocupación.
-Ella no es Citlali, míreme a mi…
Sus ojos eran muy parecidos a los de Valentina. Lucía siempre supo que fue elegida por don Raúl para ser criada como la nieta de la familia Valenzuela por esos ojos, tan similares a los de su hija Citlali. Pero
eso era todo, solo los ojos eran parecidos.
Si la confusión era solo por los ojos. ¿por qué Valentina y no Lucía?
Pero don Raúl, mirando fijamente a Lucía, frunció el ceño cada vez más.
-¿Quién eres tú?
La confusión en el rostro de don Raúl era palpable, como si Lucía no existiera ni siquiera en un rincón
de su memoria. El corazón de Lucía se sintió como si una mano lo apretara con fuerza, y en un
momento de pánico, dijo apresuradamente.
-Eh···
Solo alcanzó a decir una palabra cuando don Raúl se soltó de su mano.
Mirando a Valentina, don Raúl habló con más convicción.
-Ella es Citlali, ¡mi hija! No me importa quién seas tú o cuáles sean tus intenciones, no puedes tener malos pensamientos hacia ella, jella es mi hija!
Lucía se quedó pasmada por dentro.
Ella sentia la hostilidad y la defensa en don Raúl.
De repente, recordó algo y pareció comprender.
-Todos fuera, Citlali se queda, -dijo don Raúl.
Valentina miró hacia Alonso, preocupada de que él pudiera malinterpretar la situación. Quería asegurarle que, pase lo que pase, no tenía ninguna ambición sobre don Raúl ni sobre la familia Valenzuela. La equivocación de don Raúl al confundirla con su hija la había tomado por sorpresa.
Alonso, por supuesto, entendía a Valentina. Aunque no dijo nada, le dirigió una mirada tranquilizadora
antes de salir de la habitación.
La puerta de la habitación se cerró.
Fuera, Alonso se mostraba serio. En ese momento, lo que realmente le preocupaba era la salud de don
Raúl. Pero Lucía sentía diferente.
-Je, ¿estás triste, hermano? Al final, él no me recuerda, ni a ti tampoco. -Lucía hablaba con desdén-. En su memoria, tal vez aún vive el momento en que Citlali volvió a la familia Valenzuela, esa vez que creyó en nuestra tía y que resultó en la nueva partida de Citlali. Ese es el remordimiento de su vida, y
esta vez quiere corregir sus errores.
Pero, ¿por qué Valentina?
Lucía no podía entenderlo. Siempre había estado en la familia porque sus ojos se parecían a los de Citlali, como un sustituto. ¡Cómo deseaba ser ella la confundida con Citlali en estas circunstancias!
Lucía apretó los puños. Al volver la vista a través del cristal de la puerta, vio a don Raúl mirando a Valentina con una cara llena de amor paternal, y el celos en su interior creció desenfrenadamente.
Parecía que si miraba un segundo más, perdería el control.
Lucía desvió la mirada y salió rápidamente del hospital.
Dentro de la habitación.
Valentina aún se sentía muy nerviosa. Aunque sabía que don Raúl no la llamaba a ella cuando decía <<
Citlali»> no podía soportar ver su rostro lleno de esperanza teñido de decepción.
Pero llamarlo «papán le resultaba extraño.
Don Raúl seguía sosteniendo su mano, recordándole algunas anécdotas de «Citlali» antes de que se perdiera cuando era niña.
Sin embargo, sus palabras estaban llenas de la añoranza y el remordimiento que sentía por «Citlali después de que decidió dejar el hogar una vez más. Esa memoria la había olvidado, pero el sentimiento de culpa y el anhelo no habían disminuido en su corazón.
Valentina escuchaba atentamente, asintiendo de vez en cuando. No podía evitar preguntarse como sería Citlali en realidad, aparte de tener unos ojos parecidos a los suyos.
Si Citlali nunca se hubiera perdido de niña, o si después de volver a la familia Valenzuela no hubiera ocurrido nada que la hiciera decidir irse de nuevo, ¿qué tipo de vida feliz habría tenido la verdadera heredera de la poderosa familia Valenzuela bajo el amor y cuidado de don Raúl?
Cuanto más pensaba en ello, más curiosidad sentía por Citlali.
No sabía cuánto tiempo había pasado, pero don Raúl finalmente comenzó a mostrar signos de fatiga.
Aun así, seguía agarrando la mano de Valentina, reacio a soltarla.
-Citlali, no te alejes de papá -dijo, casi suplicante.
Valentina sintió un tirón en su corazón y, con un gesto tranquilizador, acarició la áspera mano de él.
-Descanse tranquilo, no me iré.
Valentina pasó todo el día y la noche al lado de don Raúl. Aunque Alonso no estaba siempre en la habitación, jamás abandonó el hospital y, de vez en cuando, entraba a ver a don Raúl. Cada vez que don Raúl lo veía, no podía evitar mostrar su sorpresa y en varias ocasiones le preguntó a Valentina quién era. Valentina no sabía cómo presentarle a don Raúl a su propio nieto, al que había criado con sus manos. Tras varios intentos balbuceantes, don Raúl dejó de preguntar. Cada vez que veía entrar a Alonso, las miradas que don Raúl dirigía a Valentina tenían un toque de complicidad.
Al mediodía, Alonso trajo la comida que había pedido. Don Raúl estaba tomando su sopa cuando, de
repente, dijo:
-Citlali, creo que este joven no está mal, tiene buena presencia y parece atento contigo, además comparte nuestro apellido Valenzuela. Si deciden estar juntos, yo no me opondré.
+16 BONUS
Valentina, que acababa de tomar un sorbo de sopa, se atragantó con la sorpresa y su rostro se tiño de
rojo.
Don Raúl la miró y su sonrisa se hizo aún más significativa:
-Mira cómo te alteras, ya te dije que no me opongo. No te pongas nerviosa, compórtense con naturalidad. Si su amor florece, con la posición de la familia Valenzuela, les prepararemos una boda espectacular.
Valentina: ¿Qué amor floreciendo? ¿Qué boda espectacular?
-No es eso, hay un malentendido, nosotros no somos…
Alonso había sido tan atento por él. Había olvidado que Alonso era el nieto al que más quería y había malinterpretado su relación.
Valentina se apresuró a aclarar:
-No es lo que tú piensas.
-Está bien, lo sé, -asintió don Raúl.
Con aire condescendiente, como si dijera «ya que te da pena admitirlo, seguiré el juego» mostró una
expresión de indulgencia.
¿Qué estaba pasando?
¿No se podía aclarar el malentendido?