Capítulo 314: Necesito Verte
-Valentina…
¿Qué hacía ella aquí? Su mirada parecía penetrarla todo. Al recordar su salida del cuarto de Antonio, Aitana sintió una incomodidad instantánea, que rápidamente intentó ocultar.
-Solo estaba arreglando el cuarto de mi primo, -se justificó, aunque su explicación sonó a excusa.
Valentina, con desdén, retiró su mirada y se dirigió a su habitación sin darle mayor importancia a Aitana, quien se sintió como si recibiera una bofetada. ¿Qué significaba aquello?
Aitana, frustrada y con el orgullo herido, quiso confrontarla, pero se contuvo. Cualquier altercado llamaría la atención de todos en el pasillo, incluyendo a Antonio, Alonso, Lucía, e incluso don Raúl, quien solo tenía ojos para Valentina. No era el momento de enfrentarse directamente a Valentina. Debería aguantar.
De vuelta en su habitación, el desaire de Valentina la mantuvo despierta toda la noche, planeando cómo enfrentarla. Al alba, ya tenía un plan. Al día siguiente, cuando Valentina vio a Aitana fuera del cuarto de Antonio, pensó en la atención que Aitana había mostrado anteriormente hacia Noah. ¿Habría actuado de la misma manera con él? Ahora su atención estaba puesta en Antonio. Si Noah viera su comportamiento hacia otro hombre, ¿seguiría pensando que su Aitana era tan inocente y pura?
Mientras Valentina se reía irónicamente de sus propios pensamientos y se alejaba, Antonio abrió la puerta de su habitación justo a tiempo para escuchar su risa. Miró hacia atrás, solo para ver su figura alejándose y, sin prestar atención a Aitana, la siguió. Aitana, dejada atrás, sintió cómo su rostro se ensombrecía. Antonio, ¿estaba interesado en Valentina?
Justo cuando esta idea cruzaba su mente, Antonio se detuvo, volvió la mirada hacia Aitana, y leyó el celo en sus ojos. Tras un momento, desistió de seguir a Valentina y la llamó.
-Prima, ¿vamos juntos?
Aitana se sacudió de sus pensamientos y corrió hacia él. Caminando a su lado, no pudo evitar decir.
-Valen… ella ya está casada.
Antonio se detuvo un momento, reflexionando. Casada, qué lástima… Un
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inexplicable sentimiento de pérdida lo invadió.
-El esposo de Valen es guapísimo, hasta más que muchos famosos. Valen, igual de hermosa, nunca le faltaron pretendientes. Antes de casarse, incluso tenía un prometido…
-Antes sentía pena por Valen. Estaba destinada a casarse con su prometido y convertirse en la señora menor de los Rodríguez, pero, ¿quién iba a imaginar? La familia Rodríguez quebró hace poco. Menos mal que Valen se casó con alguien más antes de que pasara…
No solo se casó, sino que también tuvo un prometido. Un comentario casual desató un mar de especulaciones, como si Valentina hubiera traicionado a su prometido. Antonio frunció el ceño. Aitana captó su decepción fugaz y por fin sintió un poco de alivio. Pero lo que no esperaba era que, al bajar las escaleras, se encontrarían a Valentina con un café en mano, acercándose a ellos. Antonio, de golpe, soltó:
-¿oí que te casaste?
Valentina se detuvo:
-¿Quién lo dijo?
Echó un vistazo a Aitana y, efectivamente, vio su sorpresa, como si no esperara que Antonio le preguntara eso a Valentina de frente.
—Sí, me casé. ¿Algún problema, señor Sánchez?
Valentina no esquivó la pregunta.
-¿Y eso que tenías un prometido?
¿Un prometido?
-Ah, sí, lo tuve, pero qué casualidad, ese prometido mío también tenía algo con la hermanita Aitana…
Valentina tomó un sorbo de su café con calma. Aitana se puso nerviosa, y de que Valentina terminara, agarró ansiosamente el brazo de Antonio.
-Primo, tengo hambre. ¿Vamos a desayunar?
antes
Antonio estaba atento al punto crucial. Miró fijamente a Valentina, esperando que continuara. Pero Valentina, con una sonrisa que no era sonrisa, fijó su mirada en Aitana. Quería desenmascarar la hipocresía de Aitana, pero justo entonces, sonó el celular de Valentina. Al ver la pantalla, frunció el ceño. Después de un momento, contestó. Del otro lado de la línea, una voz masculina profunda:
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-Valen…
¡Era Santiago! Desde que Valentina descubrió la verdadera identidad de Santiago, parecían haber acordado tácitamente mantener una distancia, él había dejado de contactarla, seguramente porque su identidad como Don Mendoza había sido revelada y se había cansado del juego.
Ella pensó que el juego había terminado. Pero él volvió a llamar. Ese «Valen» parecía cargado de innumerables emociones. Sin embargo, Valentina pronto recobró la lucidez, con una sonrisa en los labios, preguntó cortésmente:
-¿Qué sucede?
Necesito verte dijo Santiago con urgencia.
La añoranza de estos días estalló en ese momento. Desde aquel día, Valentina no había vuelto a Villa de Los Pinares, pero él pasaba todos los días en su habitación, era la única manera en que podía conciliar el sueño. Se había contenido durante mucho tiempo, sin querer molestarla. Pero la noticia que acababa de recibir le pareció una excusa para ver a Valentina.
En el otro lado del teléfono, Valentina guardó silencio por un momento. Pareciendo temer que Valentina se negara a verlo, Santiago se apresuró a decir.
-Es algo serio, algo muy importante, relacionado con el accidente de tu madre…
Había prometido, bajo la identidad de Don Mendoza, ayudarla a descubrir la verdad detrás de aquel accidente. Valentina, con los párpados temblorosos, respondió:
-Está bien, dame la dirección.
-La Villa de Los Pinares.
Fueron las palabras que siguieron, provocando un brillo peculiar en los ojos de Valentina antes de colgar el teléfono. Al final de la llamada, Santiago pareció soltar un suspiro de alívio, sabiendo que Valentina vendría. Sin embargo, la habitación estaba impregnada de olor a alcohol… Santiago miró las botellas y copas esparcidas por el suelo, y su expresión se tornó de pronto muy seria, sin perder tiempo empezó a limpiar.
Valentina llegó a las afueras de la casa en Villa de Los Pinares. Después de dudar un buen rato, abrió la puerta. Al entrar, vio a Santiago, vestido con un traje, parado en la entrada, cuyos ojos se iluminaron al verla.
-Valen…
Santiago no pudo contenerse y, sin esperar a que la puerta se cerrara, la atrajo
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hacia él con impaciencia. Ai volver a oler la fragancia de su cabello, el corazón de Santiago se sintió, de alguna manera, en paz. Subestimó cuánto significaba Valentina para él. Parecía que realmente no podía estar sin ella.
-Valen…
Repitió Santiago, deseando fundirla en su ser. Pero la mujer en sus brazos de repente dijo:
-Don Mendoza…
Esas palabras hicieron que el cuerpo de Santiago se tensara, como si un balde de agua fría se derramara sobre él.
-Valen…
Su voz tembló, intentando abrazarla más fuerte, pero su gesto solo logró lastimar a Valentina. Valentina frunció el ceño y se zafó.
-Don Mendoza, ¿no dijiste que era algo importante?