Capítulo 39: Marcas en la piel y en el corazón
IDRIS DOYLE
Salimos de los límites de la ciudad y me sorprendió que, aunque la propiedad estaba tan lejos, llegáramos tan rápido. Era una villa hermosa y lujosa, ya nos esperaba Evan en el pórtico, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
-Juro que lo mato… -dijo en cuanto me vio bajar del auto, mientras cubría mi ropa rota con el saco de Finn-. ¡Te dije que no fueras con él! ¡Si te hubieras quedado a mi lado, nada de esto hubiera pasado!
-Evan… -Finn lo reprendió-. No es momento.
-Las mujeres son tan estúpidas. Cuando se apasionan por un hombre se dejan pisotear hasta el cansancio agregó Evan entrando a la casa-. Ese imbécil es un niño caprichoso fingiendo ser un adulto.
-No le hagas caso… -dijo Finn pasando su brazo por encima de mis hombros. Aunque no parezca, estaba muy preocupado por ti.
Entramos al interior de la casa y me quedé sorprendida por lo hermosa que era, con sus pisos de duela y la chimenea de piedra. Era un lugar cálido y confortable, supe que a Oliver le encantaría.
-Sharon, lleva a Idris a su habitación, necesita un baño caliente y una pijama suavecita —dijo Finn como si aún fuera una niña pequeña.
De inmediato la sirvienta se acercó con una sonrisa gentil y me ofreció su mano. -Señorita Idris, por aquí.
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Tal y como había pedido Finn, Sharon me preparó un baño de burbujas y me ayudó a quitarme los trapos que tenía encima. Cuando estaba en ropa interior, noté que ella se horrorizó en silencio. Al plantarme frente al espejo lo comprendí. Tenía moretones en el cuello, pecho y brazos, los dedos de Liam estaban marcados, así como los chupetones que me había hecho.
Apreté los dientes mientras los ojos se me llenaban de lágrimas. Esto había sido demasiado, me había lastimado por un arranque de celos injustificados. ¡Ni siquiera me permitió explicarme! Entendía que salir de un hotel con un desconocido parecía sospechoso, pero… ¿en verdad me merecía esto? ¿Cuánto más debía de tolerar para comprender que él no era bueno para mí? ¿Por qué me aferraba a un hombre que solo sabía lastimarme?
En algún momento tuve fe en que podría cambiarlo, que al descubrir que lo amaba, ese hombre dulce que algúna vez fue, regresaría y formaríamos una familia bonita, pero solo me estaba engañando, la gente no cambia, por mucho amor que les dediques.
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Escondí mi cuerpo en ese baño de burbujas, apenada con Sharon por lo que había visto. —No les digas a mis hermanos… -pedí sin tener el valor de verla a los ojos.
—No lo haré, señorita, pero usted debería de decirles y dejar que se encarguen -dijo con ternura mientras tomaba mi mano y pasaba la esponja por todo el largo de mi brazo-. Es una mujer muy hermosa, ¿sabía que solo el 0.1% de la población mundial tiene el cabello rojo y los ojos azules? Una criatura tan especial no debe de ser maltratada, ni tener esas feas marcas en la piel. Debe de ser cuidada y querida, no solo por la gente que la rodea, sino por sí misma.
Su mirada gentil y su caricia en mi mejilla ablandó mi corazón. Tenía razón, pero al parecer, después de tantos años anhelando el amor de un hombre que solo me vio como un juguete, me hizo perder el poco amor propio que tenía.
Me refugié entre las sábanas, con esa pijama felpuda y suavecita que me había ofrecido Sharon, e intenté dormir, pero no podía, solo pensaba en mi bebé y en cómo lo sacaría de la mansión
Harrison.
Ÿ
LIAM BLAKE
Escuché toda la conversación entre Annie e Idris, pude percibir esas notas de desolación en la voz de mi amante, mientras que mi prometida se regodeaba divertida. Cuando le hice una señal, ella colgó pese a que quería seguirla torturando.
-¿Por qué mentir de esa forma? -preguntó dejando mi teléfono sobre la mesa del comedor
–. Creí que eras su protector. ¿Por fin te diste cuenta de que es una zorra barata?
–
-Eso es algo que a ti no te importa. -Me levanté de mi asiento, acomodando mi saco y calzándome los guantes.
Después de salir del hotel decidí pasar a la casa de Annie para hablar del préstamo que había pedido su padre, estaba dispuesto a ceder, siempre y cuando me hicieran propietario mayoritario. Los ayudaría a competir contra los Lynch, deseaba quitarles todo, cada centavo, para que no pudieran seguir comprando los servicios de Idris.
Aún me torturaba la idea de que ella se hubiera entregado a otro hombre, imaginarme las manos de Evan en su suave piel y amándola como yo lo hacía, me purgaba, me daban ganas de vomitar y quería destrozarlo, pero, sobre todo, me sentía traicionado, pues ahora me daba cuenta de que todo lo que había dicho Idris sobre el amor que me tenía y como había esperado un cambio en mí para poder amarnos como se debía, era una mentira, una manipulación. Tantos años teniéndola a mi lado y descubrí que no la conocía.
-A veces las mujeres que menos tienen buscan el corazón de un hombre adinerado para tener la vida solucionada —dijo Annie interpretando mi malhumor y mi silencio. No la juzgues tanto, tiene un hijo enfermo, está desesperada por obtener el dinero suficiente para salvarlo.
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–No me importa si tenía necesidad… Hubiera tolerado que solo me pidiera el dinero
contesté entre dientes.
-Lo que te dolió fue que casi caes… -agregó acercándose un poco más. Casi te convence de que tenía buenas intenciones,
-¿Tú tienes buenas intenciones? -pregunté con media sonrisa.
-Sé que parece que solo busco tu dinero para salvar a mi padre… pero bien podría buscar a otro hombre que lo resolviera por mí.
-¿Por qué no lo hiciste?
—Porque… después de tantos años, estoy arrepentida. Siempre fuiste mi amigo y mi
compañero. Era como si hubiéramos nacido para estar juntos y lo eché todo a perder – contestó con aparente sinceridad—. Conocí otros hombres y me di cuenta de que, como tú, no
había dos.
>>Solo dame la oportunidad de hacer las cosas bien, déjame recuperar al hombre del que me enamoré y al que tanto quise. Te prometo que esta vez haré las cosas bien. -Se plantó frente a mí y posó sus labios sobre los míos, pero ni siquiera pude cerrar los ojos, su boca me sabía extraña y vacía. Torcí el rostro hacia un lado antes de encaminarme hacia la puerta, no estaba dispuesto a pasar ni un momento más ahí.
—¿A dónde vas? -preguntó-. Aún podemos hacer todo lo que dije en esa llamada. Vamos a
mi habitación y hazme tuya como lo hacías antes.
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