Capítulo 37: Entre el placer y el dolor
LIAM BLAKE
¡No lo podía creer! Todo lo que habían dicho mi madre y Annie era cierto. ¿En verdad Idris había tenido una aventura con este hombre cuando parecía que nuestra relación comenzaba a estrecharse? ¿Su recompensa había sido esa caja que cargaba con recelo?
-No se preocupe, señor Blake, yo acompañaré a Idris por el niño, si eso es lo que le molesta — contestó Evan poniéndose entre los dos, queriendo protegerla.
–
-Evan, por favor… Déjame hablar a solas con Liam pidió Idris haciéndolo a un lado con gentileza-. Yo puedo arreglar esto.
-No, ya no… Ahora me tienes a mí -dijo en un susurro mientras sus ojos se clavaban en la pelirroja. ¡Era el colmo del cinismo!, pero todos tenían razón, ¿qué me podía esperar de ella? Así como aceptó ser mi amante por tanto tiempo, ¿por qué me sorprendía que ahora fuera la amante de alguien más?
Tomé mi teléfono y marqué. -¿Clark? Ve al hospital y pasa por mi hijo, no lo hagas esperar más de lo que su propia madre lo hizo.
-Liam… Escúchame, por favor. Vayamos por Oliver y hablemos en el camino. -Idris se acercó
ansiosa por explicarse, pero no había nada que pudiera decir que fuera suficiente para calmar el odio que estaba creciendo dentro de mí.
-¿Quieres que hablemos? Bien, hablemos… -La tomé por la muñeca y la arrastré en dirección al elevador. No desperdiciaría la suite que alquilé.
-Suéltala… —dijo Evan dispuesto a obstruirnos el camino.
-No, por favor–pidió Idris dócil y servicial-. Déjame hablar con él, ¿está bien? No hagamos
de esto un escándalo.
¿Por qué le pedía permiso a este hombre? ¿No solo era su amante casual? ¿Había algo más? Me estaba ahogando en rabia, tragándomela para no explotar lleno de furia ante la mirada de los empleados que parecían estar al tanto de la discusión.
Ella había prometido ser mía, cada noche en mi cama lo juró con su cuerpo, pero en realidad era una perra interesada como todas. Sus palabras fueron mentira, su trágica historia de haberme amado pese a mi frialdad era una asquerosa falacia. ¿Qué esperaba lograr contándome
todo eso?
De un jalón la metí al elevador, ansiando el momento en el que Evan decidiera entrar, pero solo le dedicó una mirada de desaprobación a Idris antes de que las puertas se cerraran.
-Liam…
1/3
-Cállate contesté iracundo, no quería oír su asquerosa voz diciendo más mentiras, queriendo convencerme de que no era una cualquiera.
+15 BONUS
-Sé lo que estás pensando, te conozco -dijo con suavidad, acercando su mano a mi mejilla, motivándome a voltear hacia ella, pero me asqueó notar la loción de ese hombre impregnada en su ropa y su piel, y me aparté-. No es lo que tú crees.
La tomé con fuerza de la muñeca en cuanto las puertas del elevador se abrieron, y la llevé casi arrastrando por el pasillo hacia la «suite» que había decidido compartir con ella. Al entrar a la habitación noté que el personal no había terminado de preparar las cosas.
-¡Largo! -exclamé furioso, mientras Idris temblaba, desconcertada por mi
comportamiento.
-Pero… señor… -Uno de los empleados pareció dudar, pero mi mirada demandante lo convenció de no decir nada más.
Como perros regañados, salieron de la habitación dejándonos solos. Arrojé a Idris a la cama, haciendo que la caja que sostenía contra su pecho cayera al suelo y no dudé en pisarla, rompiéndola y aplastando las galletas que contenía. En ese momento estaba cegado por la ira, me sentía traicionado. De todas las mujeres que conocía, Idris era la única que jamás creí de jugar conmigo de esa manera.
capaz
Entendía que nuestro trato implícito había sido disuelto en el momento que comenzó a trabajar para mi abuelo, sabía que no había nada que nos uniera más que los recuerdos en nuestra cama, pero… ¿cómo era posible que jurara que me amaba, que fingiera sufrir por no tener mi amor, y encontrarla saliendo del hotel con otro hombre? ¿A qué estaba jugando? ¿ Quería manipularme como todas las demás? ¿Quería lo que todas, llegar a mi corazón y después a mi cartera?
-Liam… por favor, solo escúchame -suplicó en la cama mientras me cernía sobre ella y
cubría su boca con mi mano.
-¿Te creíste muy inteligente? -pregunté con el corazón herido. ¿Creíste que al decirme que me amabas y que anhelabas mi cariño, yo cedería?
La tomé por el cabello y antes de que pudiera responder, devoré su boca con violencia y sed, deseoso de borrar los besos de Evan y recordarles a sus labios, así como al resto de su cuerpo, a
quien le pertenecían.
IDRIS DOYLE
Nunca había visto a Liam de esa forma. Solía ser dominante al momento de intimar, pero nunca a ese grado. Me arrancó la ropa, desgarrando las prendas y arrojándolas al suelo. Su boca mordía y succionaba, rebasando esa línea delicada donde el placer se vuelve doloroso. Me revolví entre sus brazos, queriendo detenerlo, pero él parecía ignorarme y me sentí asustada.
24
+15 BONUS
Evan
Sus dedos se encajaron con fuerza en mi piel y su cuerpo ardía como si tuviera fiebre. es solo… antes de que pudiera confesar que era mi hermano, cubrió mi boca con su mano y pude ver sus ojos, tan oscuros como la noche, antes de que entrara en mí con una sola estocada que me partió.
–
Me aferré con ambas manos a sus fuertes brazos mientras comenzaba ese vaivén. No iba a
negar que era placentero, pero su comportamiento bestial me estaba asustando. Por favor… detente… -dije entre jadeos, apretando los dientes y cerrando los ojos. Liam… me estás lastimando.
Mi cuerpo se retorcía debajo del suyo, entre temblores, mientras mis palabras se veían opacadas por mis gemidos que no lograba controlar.
-Liam, por favor… me asustas… -supliqué y sus ojos se posaron en mí, demostrándome que podía ser peor de lo que ya conocía.
-¿No te complazco lo suficiente? ¿No soy tan bueno que necesitas otro hombre para satisfacerte? -preguntó entre gruñidos antes de morder mi cuello-. Dijiste amarme, Idris, juraste que todos estos años solo deseabas tener mi amor. ¿En qué momento decidiste olvidarme?
-Yo no te olvidé… -dije en su oído. Nunca te he cambiado ni te he engañado… Liam, yo… te
amo tanto.
Me abracé a su cuello mientras las lágrimas rodaron por mis mejillas. Entonces noté que sus movimientos bruscos se volvían cadenciosos y menos violentos. Sus manos dejaron de apretar mi piel y comenzaron a dejar caricias suaves. La bestia que se había apoderado de él poco a poco desapareció, regresando a ser ese amante voraz, pero gentil.
Me vio directo a los ojos con una inmensa tristeza que no supe interpretar. Acaricié su rostro con ternura, logrando que disfrutara de mi tacto. Cuando me volvió a besar, pude sentir que lo había recuperado y dejé que continuara con su labor entre mis piernas.