Capítulo 42: Una apuesta entre hermanos
IDRIS DOYLE
Veía pasear frente a los arbustos con flores a mi pequeño Oliver, reconociendo el nuevo jardín con la mirada perdida en el pasado, de seguro pensando en el señor Thomas y por supuesto, en
Liam.
Quiero apostar contigo… -dijo Evan caminando a mi paso.
-¿Apostar?
-Sé perfectamente que, si el imbécil de Liam llega suplicando tu perdón, te olvidarás de todo y lo volverás a aceptar -agregó con coraje-. El amor te vacía el cerebro y te llena de humo la cabeza. Te vuelve estúpido.
Recordé lo que el padre de Liam sostenía: «El amor te hace débil». Por mucho que Evan odiara a Liam, pensaban igual con respecto a ese sentimiento, tuvieran razón o no.
-Liam no regresará… Ni siquiera intentará buscarme–contesté con melancolía.
-Hoy no, tampoco mañana… Lo hará cuando se dé cuenta de que cometió un error, pero eso no significa que no vaya a seguir cometiendo más errores.
Volteé hacia Evan, con el ceño fruncido. -¿Qué es lo que quieres? -pregunté recargándome en el barandal del pórtico.
–
-Apostemos dijo con una gran sonrisa, si Liam demuestra tener sentimientos y ser capaz de cambiar, prometo no intervenir en su relación, por mucho que me asqueé, pero si demuestro que él jamás cambiará, así suplique y se hinque ante ti, no lo perdonarás. No aceptarás ni el más mínimo gesto de su parte.
Su mirada era tan intensa que me quedé sin aliento. Si Liam regresaba pidiendo perdón, lleno de promesas que posiblemente serían falsas, solo para llevarme a la cama y sentirse con poder sobre mí, ¿lo aceptaría? Pese a todo el coraje que me había hecho pasar, no me costaba mucho pensar que aún lo amaba, una parte de mi quería luchar por esa pequeña pulgada de esperanza que me decía que él podía cambiar.
Suspiré con pesar antes de dirigir mi atención hacia la entrada principal. De un hermoso auto de lujo salió una mujer madura, con cabellos tan rojos y ondulados como el fuego y una belleza que me arrebató el aliento. Finn había pasado por ella, Tabata Lynch, era el ejemplo de elegancia y feminidad, como una princesa salida del cuento de hadas.
Tomó el brazo de Finn, quien la veía con adoración y me sentí ansiosa por esconderme, no
quería que me viera, no quería que me reconociera, ¿cómo podría estrecharla y decirle: madre? Era muy pronto y mi corazón estaba muy herido.
-¿Entonces? insistió Evan a mi lado, asomándose, queriendo hacer contacto visual.
-¿Cómo lo demostrarás? -pregunté preocupada.
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نے
-Llegará la situación… Habrá un momento donde tu vulnerabilidad será la respuesta y tendrás que ser fuerte para afrontar los resultados. -Me ofreció la mano, queriendo sellar el trato —. ¿ Tienes palabra, Idris Lynch? Sabes qué es lo mejor para ti, si necesitas el impulso para alejarte de él, ¿qué mejor que una apuesta con tu hermano mayor?
Estreché su mano, no muy segura, pero tal vez es lo que necesitaba, enardecer mi esperanza o
terminar de sofocarla.
—¡Mami! —exclamó mi pequeño Oliver corriendo hacia Tabata, quien al voltear hacia él lo dejó congelado-. Usted no es mi mami —agregó con desconfianza.
Tabata se quedó desconcertada. – Hola, pequeñito. ¿Cómo te llamas? -preguntó con una voz dulce que se asemejaba al trinar de las aves.
-Oliver… contestó mi bebé sin dejar de analizarla-. ¿Por qué todos se parecen?
-Porque somos familia -agregó Finn con una gran sonrisa—. Ella es Tabata, tu abuelita, la
mamá de tu mamá.
-¿De mi mami? -preguntó confundido y me buscó con la mirada en el pórtico. ¿Es tu mami, mami?
En ese momento Tabata volteó por fin hacia mí. Fue como verme al espejo, encontrándome con mi reflejo después de un par de décadas. Bajé los escalones con recelo y me acerqué a Tabata. Sus ojos se llenaron de lágrimas, volviéndose más azules, y su respiración era más marcada y profunda. Estaba haciendo un gran esfuerzo por no llorar.
—¿Idris? —inquirió en un susurro y extendió su mano temblorosa hacia mí, la cual no dudé en tomar-. ¿Mi Idris?
Me acerqué un poco más, lo suficiente para que me abrazara con extrema ternura y acariciara mis cabellos suavemente. Entonces sentí como su cuerpo comenzó a temblar, estaba llorando desconsolada y su dolor se clavó en mi corazón.
-Mi bebita, mi pequeñita, no dejé de buscarte, te juro que no me detuve, tus hermanos me ayudaron a encontrarte. Perdóname, mi amor, nunca quise dejarte, perdóname mi pequeña bebita. Su voz se quebraba de manera dolorosa, como cristal, encajándose en su garganta.
Mi cuerpo perdió la fuerza, solo estaba de pie por inercia, aun así, mis brazos se estrecharon más alrededor de su torso. Su aroma era dulce y suave, pero, sobre todo, reconfortante, además, su calor era relajante y me hacía sentir segura.
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Nos tomamos un tiempo a solas en la sala de la villa, le platiqué de mi vida mientras ella me
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palabras provocaron en ella. Cuando le dije que esperaba un segundo hijo del hombre que tanto había amado y tanto me había herido, no pude evitar llorar. Puse ambas manos en mi vientre antes de cerrar los ojos queriendo contener mi tristeza.
Entonces sentí su tacto, su mano estaba sobre las mías, llamando mi atención con su calor. Sus ojos destilaban ternura y comprensión. Era tan extraño encontrarme con personas que parecía que me habían amado por tanto tiempo, aunque no me conocieran.
-Creo que no sirvo para el amor… -dije en un susurro, queriendo sonreír.
-Nadie sirve para eso–contestó—. Tranquila, mi niña. Las cosas cambiarán, te lo prometo.
Eres una Lynch y esos niños crecerán en una casa llena de amor.
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Cambié de número y mi embarazo lo pasé en la villa, saliendo ocasionalmente, parecía que me estaba ocultando, tal vez así era. Tina cuidaba de Oliver con el mismo cariño de siempre y turnaba sus noches entre él y Kyle.
-¡Mami! ¡No me quiero bañar! -exclamó Oliver desde su cama-. Hace frío.
-Oliver, tienes que bañarte–contesté levantando una ceja de manera autoritaria.
-También quiero que Tina me de baños de esponja como al tío Kyle -refunfuñó cruzándose
de brazos.
-Hablando de mis responsabilidades favoritas… —dijo Tina levantándose de su asiento—. Tengo que ir a ver a Kyle, no tardo.
-¡Pero fuiste hace cinco minutos! -reclamó Oliver sorprendido y molesto-. Ya no me agrada el tío Kyle.
Agité el cabello de mi bebé con ternura antes de encender la pantalla, le pondría algo de caricaturas para que se distrajera y no fuera víctima de sus celos. Cuando estaba cambiando de canal, me quedé congelada en el noticiero y mi sonrisa se disolvió.
-¿Liam? -preguntó Oliver gateando por encima de la cama para ver más de cerca la imagen –. ¿Qué hace con esa mujer?
-Se están casando… -contesté sin apartar la mirada.