Capitulo 12: Veneno a cuentagotas
IDRIS DOYLE
Mis primeros días en la mansión fueron completamente diferentes. Acudí a la habitación del señor Thomas para acomodar la ropa que se pondría ese día. Revisé su agenda y confirmé las citas a las que acudiria Lo llevé del brazo hasta el comedor para que desayunara mientras yo seguía haciendo mi trabajo con singular gusto.
Cuando llegó la hora de ir al hospital a ver a mi bebé, él no dudó en acompañarme, parecía sentir una empatia muy especial por Oliver y, de camino, había decidido comprarle golosinas y un pequeño camioncito de juguete. Era como si su instinto le dijera que ese niño en verdad era su nieto. En el caso de Oliver, fue para él una alegría poder ver al señor Thomas, la idea de tener un abuelo parecia excepcional.
-Sé lo importante que es para ti tener a tu hijo cerca… -dijo el señor Thomas cuando salimos del hospital. No quiero ser el motivo de que te alejes de él durante las noches, por la preocupación de hacer tu trabajo. Ya hablé con el médico responsable y comenzaré a adaptar una de las habitaciones para que puedas cuidar de ambos.
Sus risas eran agradables, pero me preocupaba mucho la tos con la que continuaba.
-Creo que ya ha hecho demasiado por mi… No podría aceptar más insistí, apenada por sus
atenciones.
-Dale el gusto a este hombre viejo que hace su buena acción del día–contestó pellizcando mi mejilla con ternura. Déjame ganarme el cielo.
En cuanto llegamos a la mansión, le ayudé a ponerse cómodo en su habitación y después bajé a la cocina por algo de agua. Aunque me sentia cansada, también me sentia libre y tranquila.
-¿Crees que lo lograste?-preguntó detrás de mí Liam, quien parecía habernos esperado,
oculto en las sombras.
Me
e apoyé contra la encimera, sosteniendo el vaso de agua y con la boca abierta sin poder decir
nada.
-¿Crees que te deshiciste de mi? -Sus ojos se clavaron con insistencia y una sonrisa maliciosa se pintó en su rostro.
-No sé de qué hablas….
-Ibas a quedarte a mi lado, ¿qué te hizo cambiar de opinión? Dudo que mi abuelo te complazca en la cama tanto como yo.
-¡Eres un grosero! ¡Tu abuelo es un hombre de buen corazón! -exclamé furiosa, apretando
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-¿Eso es lo que te convenció de abandonarme por él? ¿Su «buen coraz
cartera?
o su enorme
-Tantos años y jamás llegaste a conocerme en verdad. Crees que todos son interesados como
tú.
-Mi hermosa Idris, ¿crees que no me di cuenta de que depositó suficiente dinero para el tratamiento de tres meses de Oliver? La pregunta es, ¿cuánto te está dando a ti? ¿Qué es lo que te da que te tiene tan… <<cautivada»?
-Respeto…-contesté sintiéndome herida-. Me ve como una persona y no como un objeto. Ya me había olvidado lo que se sentía ser tratada con dignidad.
Apoyó sus manos a cada lado de mis caderas, sobre la encimera, y acarició mi mejilla con la punta de su nariz, olfateándome, tal vez queriendo detectar si aún le tenía miedo.
-Hace tiempo yo te salvé de un destino cruel, recuerdas? Hace ocho años yo gasté una suma bastante grande de dinero por ti y lo único que pedí a cambio fue tu obediencia. ¿Por qué te cuesta tanto ser agradecida?
er
Sus palabras me llenaron de rabia, ¿no había demostrado agradecida durante esos años que acepté complacer cualquiera de sus caprichos? Fue tanta mi furia que terminé rompiendo el vaso en mi mano, dejando que los vidrios se clavaran en mi carne y el agua se mezclara con mi
sangre.
De inmediato Liam me tomó por la muñeca y lavó la sangre bajo el chorro de agua mientras delicadamente removía los pequeños trozos de vidrio.
Estoy bien… Suéltame… -Tiré de mi mano, queriendo recuperarla, pero Liam la mantenía sujeta con firmeza. Cuando levanté la mirada hacia su rostro, en verdad parecía preocupado.
-Siempre eres tan torpe…-contestó mientras buscaba el botiquín.
-¡No te preocupes! ¡Ya no volveré a molestarte con mi torpeza! -exclamé ofendida, pero siguió sin soltar mi mano.
Quédate quieta -ordenó mientras limpiaba mis heridas con cuidado y las cubría con gasas y vendas. Por suerte no fueron profundas.
Cuando por fin soltó mi mano, la acuné contra mi pecho y agaché la mirada. -Gracias…. contesté sin ocultar mi melancolía. A veces Liam parecía tener corazón, otras era un monstruo sin sentimientos. Para mi mala suerte, ambas versiones me eran fascinantes y atrayentes.
De pronto se acercó lo suficiente para pegar su frente a la mía, entrecerrando los ojos, acariciando mi mejilla y recorriendo mi labio inferior con su pulgar. -¿Cómo se supone que podré tenerte si ahora sirves a mi abuelo? ¿Cómo esperas que no me ponga celoso?
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-¿Celoso? -pregunté confundida antes de que su boca me silenciara.
Quise retroceder y alejarme de sus labios, pero mi cuerpo estaba paralizado. Lentamente me.. dejé llevar y rodeé su cuello con mis brazos, pegando mi cuerpo al suyo, sintiendo sus manos calientes sobre mi cintura.
El beso escaló de intensidad, robándome el aliento y arrancándome el alma. Mi cuerpo elevó su temperatura, añorando lo que cada noche pasaba entre nosotros y estaba dispuesta a que me hiciera suya en la cocina, sobre la encimera, no importaba. Ese hombre era mi adicción, ese veneno que a cuentagotas me estaba matando.
¡¿Liam?! La voz de Annie resonó desde el otro lado de la puerta, haciendo que de un brinco me separara de él. Aquí estás, te estaba buscando.
Annie me vio con desconfianza, notando mis mejillas sonrojadas y respiración agitada, mientras que Liam se acomodaba la corbata con serenidad..
-Esta es la primera y la última vez que te lo digo dijo Liam con esa voz arrogante y metálica
No me grites como si fuera un maldito perro, ¿entendido?
Tomó a Annie con fuerza por el mentón, encajando sus dedos hasta que hizo una mueca de
dolor.
-¡Me lastimas! -exclamó ella antes de que la soltara. Liam… ¿qué ocurre?
Claramente estaba furioso por haber sido interrumpido y, antes de abandonar la cocina, me dedicó una mirada profunda que me erizó la piel. Cuando estuvimos solas Annie y yo, supe que las cosas no mejorarian.
-¿Qué esperas? ¿Por qué no limpias ese desastre?-dijo refiriéndose a los vidrios regados en el piso. ¡Anda! De seguro tú fuiste la culpable de ese reguero. ¡Mueve esas manos!
Torci la mirada antes de tomar la escoba y el recogedor con pereza, pero antes de que comenzara a barrer, ella puso su mano sobre la mía, presionándola contra el palo de la escoba, haciendo que mis heridas recién vendadas volvieran a sangrar.
Que sea la última vez que te encuentro encerrada a solas con mi prometido. Ni creas que permitiré que sigas asediándolo, perra–escupió cada palabra llena de odio. Eres una m *a ofrecida, fácil, corriente… Liam merece una mujer de categoría, no una cualquiera que abre las piernas por un pedazo de pan. Que no se te olvide que no somos iguales.
De esa forma me liberó y abandonó la cocina.