Capítulo 20: El amor te hace débil
LIAM BLAKE
Solo una vez busqué a Idris después del parto, cuando aún no tenía permitido regresar a la oficina ni a mi departamento, estaba curioso por ver al niño y saber cuánto se parecía a mí, pero lo que me encontré fue más de lo que pude soportar. Creyendo que ella solo quería al niño para manipularme, me imaginé que lo tendría abandonado en su cunero mientras se dedicaba a si misma, pero, por el contrario, la encontré meciéndolo entre sus brazos, viéndolo con amor y adoración, besando sus manitas y hablándole con una dulzura que me rompió el corazón.
Esa fue la última vez que quise saber algo de ese niño, porque sabía que entre más me acercara a esa aparente familia que podría ser mía, más débil me volvería, y me aferré a mi lema: El amor te hace débil.
Estaba tan absorto en mis recuerdos que no me di cuenta de en qué momento Idris salió de la habitación, con el cabello aún mojado y esa ropa que solo tenía permitido usar cuando no la iba a ver, unos pantalones de mezclilla y una playera negra que la cubría hasta la cadera que después se amarró a la cintura.
-¿Liam?-preguntó desconcertada.
-¿Ya estás lista?-Me levanté y acomodé las mangas de mi camisa antes de tomar mi abrigo del perchero.
-Ah… Si… Creo…-contestó dudando mientras abría la puerta para ella.
Me siguió hasta el auto sin hacer preguntas, aunque se moría por hacerlas, y todo el recorrido hacia el hospital fue en profundo y relajante silencio. Aunque estaba ansioso de encontrarme con Annie y ver su expresión después de lo que vio anoche, me contuve, tenía más curiosidad por ver al niño y saber si había alguna mejoria.
Al llegar al hospital y rebasar las puertas, Idris comenzó a ir más rápido, recorriendo los pasillos e ignorándome por completo. Estaba ansiosa y al ver de lejos la puerta de la habitación de Oliver, se puso a correr.
Cuando por a doler.
fin llegué, la escena me pareció conmovedora, tanto que mi frío corazón comenzó
-¡Mamita! -exclamaba Oliver aferrándose con ambas manos a Idris, quien lo tenía envuelto. entre sus brazos mientras lo llenaba de besos. ¡Te extrañé muchísimo!
-Mi amor, yo también te extrañé demasiado–dijo Idris al borde del llanto, intentando mostrarse fuerte, aunque la necesidad por estar con su hijo la dominaba-. Mi bebé hermoso, ¿ cómo te sientes? ¿Te portaste bien con Tina?
-Siempre se porta excelente, es un niño muy valiente dijo la enfermera con una gran
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buscando con sus enorm
-Si, mami, le hago caso a todo lo que me dice–contestó Oliver ojos la aprobación y reconocimiento de Idris-. Ven, súbete a la cama, acuéstate conmigo.
Se recorrió en el reducido colchón e Idris se acomodó a su lado, equilibrándose en la orilla para no incomodarlo, mientras el pequeño se acurrucaba en su pecho y suspiraba con una profunda
paz.
-Te quiero mucho, mamita -dijo presionando su mejilla como si quisiera escuchar mejor el corazón de su madre.
-Yo también te quiero mucho, te amo, y mi corazón solo suena por ti -dijo Idris con inmensa ternura.
-Suena como un tambor -agregó el niño con una gran sonrisa.
Aunque Oliver parecía ser mi viva imagen, no era para nada como yo. Era dulce y cariñoso, y sus ojos eran de un azul claro, como el cielo que proyectaba Idris en los suyos.
-¡Mami! El señor Blake–dijo Oliver sorprendido al darse cuenta de mi presencia. Escasas veces nos habíamos visto, pero parecía que mi imagen se había quedado clavada en su subconsciente, pues no había olvidado mi nombre ni mi rostro.
-¿Cómo te sientes, Oliver?-pregunté, recargado en la pared, sin muchas ganas de acortar la distancia.
-¡Bien! -exclamó el niño con una sonrisa, aunque sus ojos hundidos y ojerosos delataban que no estaba en su mejor momento,
-No tienes que mentir–agregué admirado por su determinación.
De pronto Oliver volteó hacia su mamá y la vio con tristeza e indecisión, para después sacudir la cabeza en negativa. -Me siento bien, porque si me siento mal, mi mamá se pondrá muy triste y luego llora por las noches, y no quiero que llore, porque se siente muy feo verla llorar.
Si Idris necesitaba un momento para sentirse miserable en ese día, ya lo tenía. Sus ojos se pusieron brillosos y apretó fuerte los dientes para contener sus lágrimas. Abrazó al pequeño Oliver con más fuerza, pero pude imaginarme como su corazón se rompía.
-¿Me pueden dar un momentito con Oliver?-preguntó la enfermera-. Necesito cambiarle el catéter y se pone muy inquieto si está mamita. Dejaré la puerta abierta, pero necesito espacio.
-No quiero que me piquen de nuevo–dijo Oliver haciendo puchero-. Cada vez duele más.
-Tranquilo mi amor, un piquetito más y ya, ¿sí? -agregó Idris frotando su rostro contra el del niño quien suspiró resignado.
-Está bien… Por ti mami, para que no llores por las noches–contestó valientemente.
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–Te amo, ratoncito -dijo Idris besando el cabello del niño antes de bajar de la cama y dejar que la enfermera y su compañero comenzaran con el procedimiento.
Con la frente en alto, pero sorbiendo por la nariz, Idris salió de la habitación, directo al pasillo, tomándose con ambas manos del barandal mientras se hincaba y hacía respiraciones como si estuviera en labor de parto. En verdad estaba empecinada en no llorar, queriendo ser tan fuerte como su hijo.
-Es un niño muy valiente… -dije a su lado.
-Es más valiente que yo -respondió, apretando más sus manos al barandal mientras su labio inferior temblaba. Se estaba derrumbando, por mucho que se esforzara por aguantar.
Me incliné para
para tomarla con delicadeza de la cintura y ayudarla a ponerse de pie, cuando la giré hacia mí, vi esas enormes lágrimas corriendo por sus mejillas. Sus intentos por contener su dolor no estaban funcionando. Ahora me sentía como un imbécil por ese tiempo en el que crei que el niño solo era un medio de manipulación o lo comparé con una mascota, Idris en verdad lo amaba y su temor por perderlo la devoraba.
Sin pensarlo, la estreché contra mi pecho y acaricié su melena roja, queriendo consolarla, mientras internamente me estaba proponiendo buscar una solución, encontrar a un donador para Oliver, costara lo que costara.
Es un buen niño, no se merece esto -dijo llorando contra mi pecho, aferrándose a mi camisa y humedeciéndola con sus lágrimas. Es inteligente, dulce, tiene un corazón que vale oro… No es justo, no lo quiero perder… mi bebé… ¡Dios, por favor no me lo quites!
Ahogó sus palabras contra mi pecho y su voz rota y temblorosa retorció mi alma con su dolor. -Todo estará bien, no sé cómo, pero encontraré la forma. Tomé su rostro e intenté limpiar esas enormes y pesadas lágrimas que corrían por sus mejillas-. No te dejaré sola en esto.
Me costaba hablar, no encontraba palabras de consuelo, pero estaba seguro de usar mis contactos y encontrar la manera de salvar al niño, no podía ver a Idris sufrir de esa forma, me estaba matando y… el niño, mi hijo, parecía ser esa versión bondadosa que nunca pudo florecer
en mi.