Capítulo 23: Una conejita llamada Idris
IDRIS DOYLE
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No había podido contactar a Liam, durante la noche le llamé más de treinta veces y no contestó. Temía que estuviera molesto por mi ausencia. Sentía que en esos días había tocado su corazón y pensar que podría perder todo lo que había avanzado, me torturaba.
-Pareces muy ansiosa. Hoy mismo la habitación estará lista y Oliver podrá estar más cómodo aquí y con mejor servicio médico–dijo Ethan a mi lado mientras veíamos, desde el pasillo, como los trabajadores adecuaban una cama hospitalaria con todos los aditamentos necesarios para que Oliver pudiera abandonar el hospital sin que sufriera de cualquier necesidad. Incluso había convencido a Tina de cuidar de él aquí.
Con una sonrisa mustia, tomé distancia de Ethan en cuanto vi al señor Harrison pasar detrás de nosotros. Creo que esto no es necesario… -dije pisándole los talones.
-¿No es necesario?
-Después de lo que ocurrió en la fiesta, no tengo cara para recibir tal regalo, no puedo aceptarlo dije agachando la mirada. Había sido mi error perder de vista ese collar. Si hubiera puesto más atención, nada de eso hubiera ocurrido.
-Idris, eres humana, cometes errores… Además, fuiste victima de Liam, él fue quien te quiso dejar en mal delante de mi, no deberías de sentirte apenada.
-Señor Harrison, eso no es cierto, quien lo hizo fue Annie y Liam me defendió, se mostró como el culpable para protegerme. No puede ser tan duro con él.
-¡Ay, mi niña! Me recuerdas tanto a un conejito marrón que tuvo Liam de niño -dijo con nostalgia y suspiró-. Cuando tenía ocho años, deseaba una mascota y había prometido cuidar de ella. Tanto Magda como yo creímos que un conejito sería lo ideal, pequeño y tierno. La conejita se llamaba Charlotte y se acostumbró a Liam, lo seguia a todos lados, era muy inteligente y amorosa.
>>Un día el señor Blake llegó de un viaje de trabajo y, al encontrar a la conejita en la habitación de su hijo, le enseñó una lección que nunca olvidaria. Tomo un poco de heno y se lo ofreció a Charlotte. Acostumbrada a que los humanos nunca le hacían daño, se acercó confiada y comió de la mano del señor Blake. Segundos más tarde, le rompió el cuello delante de los ojos de Liam.
>>El niño lloró desconsolado por su mascota, y lo único que recibió como consuelo fueron las palabras de su cruel padre: «El amor nos hace débiles y nos hace confiar en las personas equivocadas>>.
No sabía que era peor, sentir tristeza o repulsión por la acción del fallecido señor Blake. ¿Cómo pudo hacer algo tan ruin con su propio hijo?
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-Tal vez ese hombre haya muerto, pero su esencia ahora vive en Liam. No te confíes, «conejita >>, no te acerques a comer de su mano, porque puede que te rompa el cuello, o peor aún, el corazón -dijo el señor Harrison con melancolía-. Espero que la estancia de Oliver aquí, mejore su estado de ánimo y por tanto su salud. Te prometí que lo acogería en esta casa para que no estuvieras viajando al hospital, y yo siempre cumplo mis promesas.
-Gracias, señor Harrison–dije aún desconcertada por sus palabras.
Ÿ
Tal vez yendo en contra del consejo del señor Thomas, decidi visitar a Liam en su oficina, necesitaba saber que estaba bien y que no se había molestado por lo de anoche. Recorrí todo el camino hasta su puerta y toqué un par de veces. Quien me abrió fue una mujer de
espectacular belleza, con el cabello sutilmente despeinado y un traje sastre como los que solía vestir, pero algo revuelto. Me vio con una sonrisa picara y corrigiéndose el labial con un dedo.
-Buenas tardes, ¿tiene cita con el señor Blake? -preguntó cordialmente.
-Ah… No… Yo… -Estaba ante mi reemplazo y mi cerebro se había congelado.
-¿Quién es, Jenny? -preguntó Liam desde dentro, haciendo que su nueva ayudante abriera aún más la puerta.
El rostro de Liam pasó de la tranquilidad a la molestia en cuanto me vio. Frunció el ceño de esa forma tan característica, demostrándome que estaba molesto. -¿Qué haces aquí, Idris? ¿Qué quieres?
Entré apenada, queriendo ignorar las circunstancias, pero rabiando en cuanto vi algo de labial en el cuello de su camisa. -Anoche no pude ir a…
-¿Crees que no lo noté? -preguntó arrogante mientras revisaba los papeles ante su escritorio.
¿Hay alguna otra obviedad que quieras mencionar?
-Oliver empeoró… No pude irme de su lado. Lamento haber faltado a nuestra cita. Intenté
llamarte, pero…
-No te preocupes, encontré con quien entretenerme durante la noche–contestó sin levantar la mirada hacia mi-. ¿Algo más?
Abrí la boca, queriendo vomitar todo lo que se había revuelto en mi corazón. ¿Dónde había quedado ese hombre dulce que me besó en el hospital? Cada vez que sentía que Liam comenzaba a volverse humano, descubría que en realidad nunca dejaba de ser un monstruo.
Nada… Qué bueno que ya conseguiste una ayudante que te satisfaga en todos los aspectos contesté retrocediendo, dispuesta a salir de su estúpida oficina.
-¿Celosa?
-Decepcionada…-contesté con media sonrisa, en el marco de la puerta, por fin logrando que
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Con el estómago revuelto, regresé sobre mis pasos, aún con la falsa esperanza de que Liam corriera hacia mí y me detuviera, me dijera que estaba arrepentido, pero eso nunca ocurrió y era estúpido pensar que pasaría.
Salí del edificio arrastrando mi alma por el suelo, con el corazón roto y pensando en la anécdota que me dijo el señor Harrison, no quería ser esa coneja con el cuello roto, pero parecía que no podía dejar de acercarme a la mano que me ofrecía heno.
De pronto un hermoso auto blanco se estacionó frente a mí, por reflejo tomé mi bolso, como si temiera que alguien fuera salir y asaltarme, pero quien en verdad se asomó fue Ethan, quien me invitó a subir con él.
-Lo siento, pero tengo cosas que hacer y… -dije apenada.
-Te tengo una sorpresa -agregó inquieto-. Anda, es sobre Oliver, te vas a emocionar mucho.
Todo lo que tuviera que ver con mi hijo era de completo interés para mí, y su alegría parecía augurar buenas noticias, así que, después de echar un vistazo y notar esa cámara de seguridad del edificio que me grababa con recelo, subí al auto de Ethan,
