Capítulo 25: Un baile para amantes con el corazón roto
IDRIS DOYLE
La música era un tango suave y acompasado, las manos de Liam se derretían en mi cuerpo, generándome escalofrios y temblores involuntarios. Su loción con notas de cuero y vainilla me torturaba a cada paso que daba conmigo entre sus brazos, era una mezcla cautivante de elegancia y fuerza.
Las parejas que nos rodeaban en la pista fueron haciéndose a un lado conforme nos movíamos. El tango era la expresión de dos amantes, muchas veces equivocados, no había mejor baile. para nosotros, sabíamos muy bien lo que era jugar con un amor no correspondido e imposible. Bailar entre la pasión y la negación, entre el gozo y el dolor.
-¿Por qué me torturas de esta forma, Idris?-preguntó mientras me tenia cautivada con sus hermosos ojos.
¿Yo te torturo a ti?-inquirí herida por sus palabras, pero queriendo sonreír mientras delineaba sus labios con las yemas de mis dedos. Tienes a tu prometida y ahora a una amante. ¿Qué haces aquí, interrumpiendo mi cita con Ethan? Es obvio que yo ya sobro en tu
vida.
-¿Celosa? De pronto me tomó con fuerza por la cintura, haciendo que mi pecho chocara con fuerza contra el suyo, arrebatándome el aliento. No parecía divertido, por el contrario, estaba molesto.
No son celos, más bien es lástima, por ti. ¿Cuántas mujeres necesitas para ser feliz?
Aunque tenía fama de mujeriego, las mujeres en su vida nunca tocaban su cama. Hasta hacía poco me había sentido dueña de su intimidad, por lo menos podia jactarme de ser la única mujer capaz de controlar el ardor de su piel y sus más profundos deseos, pero eso ya había quedado en el pasado.
¿Qué esperaba? ¿Qué me dijera que solo me necesitaba a mi para ser feliz? Si así fuera, no mantendría ese compromiso ni se hubiera conseguido otra incauta para calmar sus pasiones. Ya sabía yo que no era tan importante en su vida, pero afirmarlo era doloroso.
-¡Ya estoy harto de esto! ¿Por qué tienes que sabotear mi cita con Idris cuando bien podrías estar con tu prometida o tu amante? -preguntó Ethan deteniendo nuestro baile-. ¿Qué quieres de ella?
-Todo lo que tú jamás podrás tener… contestó Liam con melancolía antes de liberarme de
sus brazos.
Me di cuenta en ese momento que ninguno de los dos estaba poniéndome atención. Fui capaz de desvanecerme entre la gente sin que preguntaran por mí y, con un suspiro melancólico, salí
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Cuando me planté en la entrada, tratando de deducir cómo llegar a la mansión Harrison, me encontré con Clark, recargado como siempre en el elegante auto de Liam.
Hola…-saludó con una sonrisa apenada. Nada de esto le sorprendía, por el contrario, tenía lástima de mí–¿Te llevo?
¿Podrías llevarme a la casa del señor Harrison? -pregunté con pena, a lo que él respondió abriendo la puerta trasera. ¡Gracias, Clark!
Apoyándome en sus hombros le di un beso en la mejilla. Ignoré la puerta abierta y rodeé el auto por enfrente, dispuesta a sentarme a su lado. Yo no era su jefa, quería creer que era algo cercano a una amiga. Era el único trabajador de Liam que parecia no verme con odio ni criticarme por mi labor. En completo silencio condujo hasta la mansión y cuando me vio detrás de las rejas de la propiedad, se despidió con un asentimiento de cabeza y regresó al restaurante, por su dueño.
-¿Qué tal te fue anoche? Me parece que te escuché llegar temprano… -dijo el señor Thomas con una sonrisa, peinando sus abultados bigotes,
-Bien, estuvo… bien–contesté con una sonrisa fingida mientras me apuraba con mis labores.
-Hoy andas muy activa. ¿Segura que todo va bien?
-Veré al donador de mi hijo en el hospital. Quiere conocernos y estoy ansiosa. Pronto Oliver recobrará la salud -dije con emoción, tomando sus manos entre las mías, compartiendo mi alegría y haciendo que migrara hasta sus ojos.
-¡Mi niña! No sabes lo feliz que estoy por ti agregó tomando mi rostro entre sus manos y dándome palmaditas cariñosas en las mejillas-. Corre, yo me encargo de lo demás.
-No se preocupe, señor Thomas, aún tengo tiempo contesté agradecida por su cariño y terminé de acomodar su ropa de ese día.
Salí de la habitación, con la pequeña mochila golpeteando en mi espalda con cada escalón que bajaba. Mi pequeño Oliver llegaría en la noche para usar el cuarto que el señor Thomas había adaptado para él y sería cuestión de días para que se programara la operación. No podía sentirme más viva.
Cuando me precipité hacia la entrada, me encontré con Liam de frente. Toda la alegría se me cayó a los tobillos. Retrocedí cada paso que él dio hacia el interior. Sus ojos fríos me estaban congelando, parecía lleno de ira y cuando estaba a punto de salir corriendo, me di cuenta de que su labio estaba abierto y un moretón se extendía por debajo, pintando su piel.
-¿Qué te pasó?-pregunté sorprendida y acorté la distancia entre los dos, tentada a tocar su
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-¿No te enteraste? Tu amante me golpeó -dijo lleno de rencor.
-¿Mi amante?
-Ethan. Si así estoy yo, deberías de ver como quedó él–agregó con orgullo.
-Ethan no es mi amante…
contesté sin ocultar mi molestia y lo llevé de la mano hacia la
cocina donde guardaban un pequeño botiquín.
-¿No lo es? ¿Ahora lo niegas? ¿Qué hay de tu cita y ese beso en el hospital? -preguntó furioso, pero dejando que lo guiara hacia el banco frente a la encimera.
-¿Qué beso?
-i¿Qué beso?!–exclamó ofendido mientras me tomaba por la muñeca, evitando que acercara el algodón con antiséptico a su labio roto. ¡El que le diste justo frente a la habitación de Oliver!
No nos hemos dado ningún beso–contesté sin perder la paciencia, quitándome su mano y acercando de nuevo el algodón, provocando que hiciera gesto de dolor al sentir el escozor del líquido. Él se acercó, pero… yo giré el rostro. No tengo tiempo para relaciones amorosas. Además, ¿cómo supiste de eso? ¿Fuiste al hospital?
Mis preguntas lo incomodaron, de nuevo me tomó por la muñeca y sus ojos se clavaron en los mios, parecían estar buscando
con insistencia una respuesta a una pregunta no formulada
aún.
Me tengo que ir–contesté cabizbaja, liberando mi muñeca y dándole la espalda.
Justo en la puerta de la cocina escuché de nuevo su voz en un susurro: ¿A qué estás jugando, Idris? Me estás volviendo loco. Tal vez fue mi imaginación, pero no quise averiguarlo, necesitaba ir al hospital, ya iba tarde y no me detendría por algo que ni siquiera estaba segura
de haber escuchado.
