Capítulo 32: Una nueva oportunidad para Oliver
IDRIS DOYLE
¿Un bebé, la solución? ¡¿La solución a qué?! Tal vez Tina había enloquecido. -Siento que mi vida es como una montaña rusa, y ya me quiero bajar -refunfuñé sentada en el baño, triste y
sin ilusiones.
Bien dicen que un bebé nunca es planeado, pero siempre es deseado -dijo Tina del otro lado de la puerta, intentando consolarme mientras yo me concentraba en la prueba de embarazo.
-Es deseado cuando tienes estabilidad emocional y económica, cuando tus problemas no comienzan a desequilibrarte mentalmente, cuando tienes un hogar y un compañero que en verdad te apoya… pero cuando estás tan jodida como yo, lo que menos deseas es traer a otro hijo al mundo a sufrir.
-Yo no veo que Oliver sufra… Al contrario, es un niño muy feliz, pese a todo.
-No soy capaz de cuidar a un niño… ¿Cómo haré para cuidar dos?
-Solo dime que este nuevo bebé es del señor Blake…
-¡¿De quién más?! -exclamé nerviosa-. No vuelvas a pronunciar su nombre en voz alta. No quiero que nadie se entere de esto.
-Entiendo, pero… si esa prueba sale positiva y estás embarazada de él, tal vez haya una oportunidad para Oliver.
-¿A qué te refieres? -pregunté ansiosa y abrí la puerta del baño, llena de curiosidad y con la prueba en la mano.
-Ese niño podría ser quien salve a Oliver–contestó cargada de emoción.
-Espero que tú explicación no involucre sacrificar al bebé de manera cruel y poco ética -dije viéndola con desaprobación.
-¡No! ¡Para nada!, el bebé estará bien. Lo que se necesita es el cordón umbilical.
-¿Qué? ¿Cómo es que su cordón umbilical le ayudará a Oliver? -No podía evitar pensar que era charlatanería, pero conociendo a Tina, le daría el beneficio de la duda.
-Para obtener células madre e inocularlas en lugar de la médula. Las células madre son células pluripotenciales y pueden generar cualquier tipo de tejido.
>>Es un procedimiento cero invasivo para el bebé y se ha comprobado que es bastante efectivo. Podrías salvar a Oliver sin esperar que tu donador despierte.
-¿Por qué nunca me ofrecieron esa opción? ¡¿Por qué mantener a mi bebé sufriendo de esa forma?! -exclamé furiosa, pensando en todo el dolor que le pude evitar a Oliver si me
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–Porque el doctor no puede estar solicitando a todos que tengan bebés… ¿Te imaginarías de qué manera aumentaría la tasa de abandono? No solo se trata de la cura para el enfermo, sino de la responsabilidad que implica tener un hijo más. Es un tema delicado que debe de tratarse con cuidado.
Después de unos segundos de pensarlo tanto, una cascada de preguntas saltó en mi cabeza: ¿ Estaría dispuesta a hacerlo? Ambos niños estarían bien, pero… ¿Cómo podría explicar mi embarazo? En ese momento dirigí mi atención hacia la prueba y noté esas dos líneas que me generaron alegría y también ansiedad.
-¿Cómo es posible esto? -pregunté frustrada y con una sonrisa cargada de ironía-. ¿Cuál es mi problema?
—¿A qué te refieres? Deberías de estar feliz.
-Lo estoy, por Oliver… pero no entiendo. La primera vez que me embaracé me estaba cuidando, prácticamente Oliver salió con el DIU de cobre en la mano, ondeándolo como estandarte. Ahora vuelvo a embarazarme cuando estoy tomando las pastillas… ¡¿Qué le pasa a mi cuerpo?!
-Cualquier diosa de la fertilidad estaría muy celosa–contestó Tina divertida.
-¿Cómo le explicaré a todos que estoy embarazada? El señor Thomas querrá saber quién es el padre y admitir que es Blake solo me traerá más problemas. ¿Cómo lo ocultaré por nueve meses? -De pronto todos los contras y obstáculos que se me pudieran ocurrir me cayeron encima, oprimiéndome, asfixiándome-. Si el señor Thomas se entera, tal vez sea capaz de sacarme a patadas de esta casa y Oliver perdería todo.
-Menos a ti…-contestó Tina posando su mano sobre mi hombro, sin saber cómo
consolarme.
-¿De qué sirve que me tenga a mí, si no podré ser capaz de sostener su tratamiento en el hospital?-contesté con los ojos llorosos y de pronto pensé en mis supuestos hermanos. ¿ Sería una opción acudir a ellos?
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-Idris, ¿dónde está mi nieto? ¿Por qué no está sentado a mi lado? -preguntó el señor Thomas con el ceño fruncido, mientras yo sentía la mirada inquisitiva de la señora Helen en mi rostro. Tráelo, por favor. Es un niño sumamente educado y lindo, me encanta desayunar con él.
-Papá, creo que para tu empleada le sería más agradable desayunar con su hijo en su habitación. Me imagino que, después del fracaso con el trasplante de médula, será muy difícil para el niño subir y bajar escaleras -contestó Helen sin parpadear.
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–¡Tonterías! Ese muchachito tiene tanta energía que me sorprende que esté enfermo contestó el señor Thomas entre risas-, de hecho, te tendré que pedir que te recorras. Oliver siempre se sientà a mi izquierda e Idris a mi derecha.
-Papá, yo scy tu hija. ¿Me dirás que ya le das prioridad a los empleados por encima de quienes comparten tu propia sangre? -preguntó la madre de Liam con ese tono agradable que escondía su ponzoña.
-Me gusta tener a mi lado a las personas que cuidan de mí y son agradables conmigo… Tú me visitas cada que quieres y si es que tienes ganas, Helen–contestó el señor Thomas con la misma parsimonia.
-Idris, ve por Oliver, no hagas esperar a mi abuelo —dijo Liam quien había permanecido en silencio, ni siquiera levantó la mirada hacia mí-. Madre, recorrete y hazle caso al abuelo. ¿No deberías ser más obediente? Es tu padre.
No sabía el motivo, pero esa mañana no estaba Annie pegada a la señora Helen como una sanguijuela, ni siquiera porque aquí estaba Liam. Salí de ahí antes de que las cosas explotaran y fui por mi pequeño tal y como el señor Thomas pidió. Oliver estaba encantado y no parecía
notar la tensión en la mesa, mientras yo me esforzaba por auxiliar al señor Thomas pelando
nueces para él y acercándole las servilletas y cualquier cosa que quisiera.
No había tocado mucho de mi comida, justificando que primero estaba el señor Harrison que yo, pero sinceramente no tenía muchas ganas de comer. Tenía el estómago revuelto y la fruta con yogurt en el plato de mi hijo me daba asco, tenía un aroma muy parecido al vómito, o por lo menos esa era mi percepción y no podía disimular mucho mi cara de sufrimiento cuando veía a Oliver comiendo esa combinación.
Tuve que cubrir mi boca con una mano, disimulando estar pensativa, mientras apretaba los dientes y trataba de calmarme.
-¿Estás bien, Idris? Te ves pálida… —dijo Helen con una mirada tan afilada como un puñal.
-Es cierto, ¿estás bien, mi niña? -preguntó el señor Thomas preocupado.
-Estoy muy bien contesté con una sonrisa apagada, renuente a voltear hacia Liam, pero sabía que él ya tenía su atención completamente en mí, su mirada era tan pesada que era imposible ignorarla.
