Capítulo 35: Una gran familia amorosa
IDRIS DOYLE
El café del hospital era insípido, el agua de calcetín tendría mejor sabor, sin hablar de las galletas duras con pasas. Intentamos comenzar una conversación Evan y yo, pero sinceramente no parecía el lugar más cómodo y privado para hacerlo, así que después de que Oliver salió de consulta, le pedí a Tina que jugara con él en los jardines del hospital mientras que Evan y yo dábamos una vuelta. Aunque a Oliver no pareció agradarle la idea, no le di tiempo a repelar.
-Entiendo tu sensación de soledad… Aunque no lo parezca, yo también la llegué a sentir cuando era niño. Crecí lleno de desconfianza al principio, hasta que la familia Lynch me adoptó -dijo Evan tomándome por sorpresa mientras caminábamos por la acera.
-¿Hablas en serio? ¿Eres adoptado?
-Somos más parecidos de lo que crees y de lo que a mí me agradaría -contestó torciendo la boca antes de suspirar.
-Si eres adoptado, ¿por qué te pones a la defensiva conmigo?
-Por lo mismo, no quiero perder lo que tengo por causa de una desconocida. Kyle y Finn son maravillosos, mamá es un ángel, y he gozado de muchas cosas que jamás creí que tendría. No sabía si eras ambiciosa o egoísta, pero… lo primero que supe de ti fue que Kyle se accidentó por venir aquí, por ti.
>>Solo ponte en mi lugar.
-¿Cómo es que terminé tan lejos de ustedes? -pregunté pateando una pequeña piedra-. Sé sincero, no me importa si no me querían, ya estoy acostumbrada.
-No sé mucho, pues yo llegué después de que tú saliste de la familia, pero tengo entendido que… tu abandono fue producto de la desconfianza. Papá creyó que mamá era infiel y que tú no eras su hija, mamá quiso convencerlo de que se equivocaba, papá no le creyó y en un ataque esquizofrénico te abandonó como perrito a mitad de carretera.
-¡¿Qué?! -No podía creer en sus palabras.
-Supongo que quien te recogió te puso su apellido antes de volverte a abandonar en el
orfanato.
-¡Vaya! Es bueno saber que el abandono en mi vida no es un tema reciente. Creo que ya debería de estar acostumbrada.
–Mamá quiso recuperarte. Cuando le mostró pruebas de que en realidad eras su hija, papá se arrepintió, pero ya era demasiado tarde. Te buscaron hasta por debajo de las piedras, pero…
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pararía de buscarte y no aceptaría que estuvieras muerta hasta ver tu cuerpo sin vida.
>>Kyle fue el más comprometido con su labor. Es el más cercano a mamá y compartían la necesidad de encontrarte.
-Lamento lo que le ocurrió… -contesté tragando saliva-. En verdad lo siento, es un buen hombre, muy dulce y apoyador. Se mostró como un ángel cuando más lo necesitaba y no dudó en ayudar a Oliver.
-Él te quiere mucho… Siempre habla de cuando te tuvo por primera vez en sus brazos.
Sonreí con ternura, escuchar esos recuerdos de un lugar y una familia a la que pertenecí, le daba calidez a mi corazón.
-Sí, decía que tenías una pelusilla roja en la cabeza y te apodó…
-Chispita
contesté recordando la voz de Kyle, firme y tierna, nombrándome con un amor
que yo no comprendí, pero por fin sé que se trataba de un amor filial, un hermano feliz de
reencontrarse con su hermana.
-Así es…
-¿Cómo llegaste a la familia Lynch? -pregunté en cuanto se detuvo. No me percaté de todo
que habíamos avanzado hasta que busqué el hospital y se veía tan distante.
lo
-De la misma forma que tú desapareciste, como si fueras un perro contestó con media sonrisa y la mirada clavada en el pavimento-. Papá llegó al orfanato y buscó al niño más miserable y triste, entonces me adoptó y me llevó con mamá, como una forma de compensar a la hija que abandonó a su suerte.
-¡¿Qué?! ¡¿Hablas en serio?! -exclamé horrorizada. Tenía razón, era como si ese hombre pensara que los niños son mascotas.
-No era el hombre más equilibrado… -dijo pensativo-, por algo mamá terminó
divorciándose de él.
-Sin miedo a quedar sola… contesté cabizbaja.
-Idris, cuando una mujer es independiente económica y sentimentalmente, no les da miedo la soledad – agregó divertido, posando su mano en mi hombro, el primer gesto de gentileza que tenía hacia mí. No busques un hombre que solo te ame, busca un cómplice, un amigo… claro, y que sea buen amante.
Me guiñó un ojo antes de entrar al edificio frente a nosotros, entonces me di cuenta del monstruo arquitectónico que tenía enfrente. Era un hotel que parecía tener columnas de oro, con una elegancia digna de los mejores. Tuve que torcer más mi cuello para ver el nombre en letras doradas: -El Trébol Dorado dije en un susurro, llena de sorpresa.
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Entré corriendo, queriendo alcanzar a Evan, pero uno de los de seguridad me intentó detener. No podía enfadarme, pues con una sonrisa y gentileza me preguntó a dónde iba. Antes de pronunciar alguna palabra, Evan regresó sobre sus pasos para interceder por mí.
-Es la señorita Idris Lynch… Hija de la señora Tabata. -Eso fue suficiente para que el guardia abriera los ojos hasta que casi se le chispaban y su sonrisa se volvió más grande.
¿Su hermana, señor? -preguntó viéndome de pies a cabeza y provocando que Evan torciera la boca con asco.
-Pues… sí, supongo que algo así —dijo rascándose la mejilla sin ocultar su molestia.
-¡Bienvenida, señorita Lynch! -exclamó haciendo que muchos de los trabajadores se detuvieran en seco y me vieran con asombro.
-Anda, camina… -dijo Evan restándole importancia.
A cada paso la gente me sonreía y hacía reverencias con emoción. -¿Por qué parece que me conocen? -pregunté incómodamente feliz. Era lindo recibir tanto cariño de desconocidos.
-La mayoría de los empleados saben que mamá, la señora Tabata, perdió a su hija recién nacida.
-Pero… parecen tan felices.
-Idris, este no es solo un negocio–contestó girando hacia mí, deteniendo mi andar-. Kyle fue muy estricto con respecto a la gente que trabaja aquí. Es gente que no tenía nada. Se les capacita y se les escucha. Sabemos todos los nombres de cada empleado, sus necesidades son cubiertas y se les da un pago sustancioso.
>>Incluso muchos de ellos viven dentro de los hoteles y comen aquí, el verdadero ingreso de esta empresa es el casino. Somos como una gran familia.
-Vaya… -Me parecía sorprendente. Eran una familia muy bondadosa, para ser ricos.
Seguí a Evan hasta el casino, donde reconocí a varios socios de Liam apostando torres de fichas. Entonces comprendí, eran como una clase de «Robin Hood», le quitaban dinero a los ricos para dárselos a los pobres.
Llegamos a un apartado más tranquilo, lejos del escándalo de los tragamonedas y la ruleta, donde nos sirvieron buen café, acompañado de una cordial sonrisa y unas galletas de mantequilla deliciosas. De inmediato pensé en mejor guardar las mías para Oliver, estaba segura de que le encantarían
-Come… Les pediré que te den una caja de galletas para el niño -agregó Evan notando mis intenciones.