Capítulo 36: Peligroso y cruel amor
IDRIS DOYLE
-Ven con nosotros… -dijo Evan después de escuchar mi vida. Noté que nada de lo que le había contado le agradaba por la forma en la que desmoronaba la galleta entre sus dedos-. Vamos a llevarnos a Kyle a una villa fuera de la ciudad ya que, por su estado, no podemos regresar a Dublín de momento. Mamá ya viene en camino. Ahí estaremos un tiempo, hasta que mi hermano se estabilice un poco más y podamos viajar.
–
-Pero… Su propuesta parecía tentadora. Estar lejos de los problemas y manteniendo las
facilidades para salvar la vida de mi hijo parecía lo mejor que me había pasado hasta el
momento, aun así, algo me detenía.
-¿A qué le tienes miedo, Idris? -preguntó entrecerrando sus ojos, enfocándome mejor–.¿ Crees que le debes algo al viejo Harrison? Lo pagaremos y con intereses. ¿Necesitas el permiso de Liam?
Cuando mencionó su nombre agaché la mirada con tristeza.
-No, no quieres su permiso, más bien no deseas dejarlo -continuó-, pese a que se comportó como un hijo de puta todos estos años y tienes suficiente material para quejarte de él por medio siglo más, no quieres estar lejos. Lo primero que necesitas es autoestima para darte cuenta de que no requieres a un hombre como ese en tu vida.
Era notorio su malhumor y decepción, pero, sobre todo, comprensible. ¿Por qué seguía a los pies de Liam? ¿Amor? ¿Era un sentimiento tan poderoso que no te permitía notar lo
destructiva que puede ser una relación? Supongo que, si no fuera así, muchos no andaríamos por las calles con el corazón roto.
-Es el padre de Oliver… y… -Posé mis manos en mi abdomen, justificando mi necedad.
-¿Eso qué? No estuvo presente con Oliver, ¿crees que estará presente con este? ¡Piensa Idris! -Cada minuto parecía más molesto-. Tienes una familia que puede pagar todo lo que necesites para Oliver y el niño que viene. ¿Qué te puede dar ese hombre que no puedas obtener tú sola o con ayuda de nosotros?
Me vio fijamente, retándome a hablar. Tenía la respuesta, pero no se la dije.
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LIAM BLAKE
-¿Señor? -Clark se asomó por la puerta, con un folder entre las manos. En cuanto mi mirada lo alcanzó, entró presuroso y dejó ante mí lo que había descubierto. El hotel perteneciente a
la familia Taylor ha pasado a ser de la propiedad de la familia Lynch. De hecho, ya ha comenzado a operar como un edificio más de la franquicia del Trébol Dorado.
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-Esos irlandeses van rápido contesté mientras tomaba el folder y comenzaba a hojear.
-Prácticamente la familia Taylor está en bancarrota. No tarda en volverse oficial.
Aunque la noticia era trágica, no pude evitar sonreír, Annie debería de estar desesperada en ese momento. -Supongo que ese era el motivo por el cual quería que nos casáramos… —dije en un susurro, regresando los papeles al folder.
-De hecho, el padre de Annie pidió un préstamo a la señora Helen. Son números exorbitantes -contestó Clark con tranquilidad.
El dinero de mi madre dependía de la farmacéutica que yo dirigía y, por tanto, un préstamo tan grande no solo dependía de la buena fe de ella, sino de mi firma. Si yo no aceptaba el préstamo, la familia Taylor no podía hacer absolutamente nada.
-Vayamos a ese hotel, quiero apreciarlo de cerca–contesté divertido. ¿Cuál era la magia de estos lugares, que estaban permitiendo que el imperio de los Lynch se expandiera hasta acá?
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Desde el auto vi el edificio, efectivamente lo habían remodelado, haciendo que el viejo hotel de los Taylor se convirtiera en un lugar llamativo e imponente. Bajé dispuesto a ver si era tan sorprendente por dentro como por fuera. Me acomodé el abrigo sobre mis hombros y avancé. Noté de inmediato que el personal no parecía ser de esta ciudad, ni siquiera de este país.
Llegué hasta la recepcionista que me ofreció una sonrisa agradable. —¡Buenas tardes, bienvenido al hotel El Trébol Dorado! ¿En qué le puedo servir? -Su cordialidad y alegría parecían sinceras.
-Quiero la mejor <<suite»… la más grandé y la más… romántica -pedí con media sonrisa.
-Claro que sí, señor contestó haciendo más grande su sonrisa antes de comenzar a teclear.
Quiero la mejor botella de vino, la más costosa, también deseo que lleven chocolates y fresas. ¿Pueden llenar la cama con pétalos de rosas rojas? -Estaba pensando seriamente en llevar a Idris a esa habitación.
En parte la extrañaba, esos días de celibato me estaban torturando y ella era la única mujer que podía encender mis pasiones y calmarlas. Por otro lado, quería… comenzar a cortejarla, quería acercarme a ella de la manera correcta, no solo calmar la lujuria sino también quería sentir la paz que ella me proveía. Sucumbir a la debilidad no solo de su carne, sino… de su calor, ese que me volvía débil y me dominaba con facilidad. ¿Era amor? No lo sabía. Había pasado tantos años rehusándome a sentir.
-¿A nombre de quien pongo la habitación? -preguntó la recepcionista manteniendo la cordialidad.
–Liam Blake.
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-Señor Blake, le entrego su llave. -Me ofreció la tarjeta con una gran sonrisa—. La «<suite>> se encuentra en el último piso. En este momento el personal está arreglando cada detalle.
-Perfecto… contesté anhelando ver a Idris. Revisé mi celular y me di cuenta de que aún no intentaba comunicarse conmigo. Revisé mi reloj de pulso, ya había pasado el tiempo suficiente para que la consulta hubiera terminado. ¿Estaría todo bien?
De pronto alcé la mirada y me encontré con la respuesta. Idris caminaba al lado de un hombre rubio que destilaba arrogancia. Parecían muy cercanos y mientras ella iba con la mirada agachada, una sonrisa tímida y una pequeña caja entre sus manos, pegada a su corazón, él no le quitaba su atención de encima. Sabía reconocer esa clase de mirada, esa que está cargada de interés al ver a la mujer que te ha flechado.
-¿Liam? -preguntó Idris asombrada de verme ahí, abrazando la caja de manera protectora.
-Así
que usted es el señor Blake -dijo el rubio con media sonrisa y esa mirada retadora mientras posaba su mano sobre la cintura de Idris para acercarla más a él. Una clara demostración de posesión-. Qué gusto conocerlo.
—Diría lo mismo si tan solo supiera su nombre–contesté rechinando los dientes, dejándolo con la mano estirada.
-Evan Lynch -agregó retirando su mano, furioso por mi descortesía.
-¿Dónde está Oliver? -Puse toda mi atención en Idris. Sus mejillas se sonrojaron y no podía ocultar su nerviosismo.
-Está en el hospital, jugando en los jardines con Tina.
-Déjame ver si entendí… ¿Dejaste a nuestro hijo enfermo solo, por venir a este hotel con el señor Lynch?
