Capítulo 45: Demasiado tarde
LIAM BLAKE
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-Vete a tu cuarto y déjame en paz exigí en un susurro de advertencia. Durante la luna de miel y ahora en nuestra vida de casados, dormíamos en cuartos separados, no iba a ponerle un dedo encima ni dejar que ella se acercara a mí. Lo nuestro era meramente un negocio.
En cuanto cerró la puerta detrás de ella, mi teléfono volvió a sonar. Estaba dispuesto a contestar y blasfemar en contra de Evan cuando me di cuenta de que se trataba de Clark.
-¿Qué ocurre? -pregunté confundido. No era normal que llamara después del trabajo a menos que fuera importante.
-Señor, encontré a la señorita Idris…
-Ya no me importa, no quiero saber nada.
-¡Está en el hospital! Una enfermera me confirmó que tuvo un problema durante el parto y tiene una hemorragia interna muy peligrosa -me interrumpió antes de que le fuera a colgar.
Pasaron unos segundos de silencio, mientras mi sangre se enfriaba por la noticia. —¿Qué tan grave es? -pregunté en voz tan baja que dudé que me hubiera escuchado.
-Podría morir esta noche si los doctores no actúan bien–contestó Clark preocupado.
-¿En qué hospital está? -pregunté ansioso mientras me alistaba
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para salir.
No esperé a que Clark llegara, tomé las llaves de mi Maserati y salí presuroso de la casa, sordo a la palabrería de Annie quien exigía saber a dónde iba.
No me importó el riesgo ni las multas, simplemente aceleré a fondo, pasando entre los carros y escuchando a la lejanía sus cláxonęs reclamando mi imprudencia. Dejé el auto mal estacionado a la entrada del hospital y en la recepción exigí saber de Idris Doyle.
-¿Doyle? -preguntó la mujer revisando las listas-. ¡Claro, Idris! La mamá de Oliver, la pelirroja.
Idris había pasado tanto tiempo en este hospital que casi medio personal ya la conocía.
La señora Idris Lynch se encuentra en cuidados intensivos… -dijo apenada.
–¿Lynch? -inquirí apretando los dientes.
—Así es, Idris Lynch… ¿Alguna duda? –preguntó Evan detrás de mí. Cuando lo vi, mi ansiedad aumentó. Su traje estaba manchado de sangre que de seguro le pertenecía a Idris.
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-¿En qué momento te casaste con ella, que no me enteré?
-¿Casarme? -De pronto una sonrisa de oreja a oreja se plasmó en su rostro. ¿Por qué no? ¿ Te molesta? Aunque así fuera… creo que no es algo que me importe. Así que ¿por qué no te vas a la m****a y dejas a Idris en paz?
Cuando estaba dispuesto a darle el primer golpe, un hombre pelirrojo se plantó entre los dos, me recordó a ese tipo, Kyle. -Ya basta, no podemos pelear en este lugar… No así.
-Liam Blake, deja de fingir que Idris te interesa, deja de fingir que alguna vez la quisiste, porque él mundo sabe que te importa una m****a lo que le pase a ella -dijo Evan lleno de odio-, pero lo importante es que ella sabe que no te importa.
-¿Por qué te pones tan a la defensiva? ¿Tienes miedo de que Idris regresé a mí? -pregunté divertido, notando como su sonrisa desaparecía-. No me iré de aquí hasta hacer una prueba de ADN a ese bebé y, principalmente, no me iré hasta ver a Idris.
Le di la espalda a ese par y me acomodé en la sala de espera, paciente, encontraría el momento de poder entrar y verla.
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Tuve que dejar a un lado mi ansiedad. Las palabras de Clark me torturaban, no podía imaginarme que Idris pereciera en una complicación. Había descubierto un nuevo miedo.
No hubo nadie que pudiera motivarme a moverme. Recibí más de cincuenta llamadas de Annie, dejé perder todas hasta que recibí la llamada de mi madre. Aunque no quisiera, contesté mientras veía como el sol se asomaba por el horizonte.
—¡Liam! ¡¿Dónde carajos estás?! -exclamó furiosa—. ¡Annie entró en labor de parto! ¡Te quiero aquí!
Me quedé en completo silencio. Levanté la mirada hacia el pasillo que de seguro me llevaría
hacia Idris.
-No sé donde estás ni qué estás haciendo, pero tu esposa te necesita. ¿Te perderás el nacimiento de tu hijo? -insistió mi madre.
-Me perdí el nacimiento de dos de mis hijos y estoy a punto de perderla a ella… — dije en un susurro y sentí como el dolor escoció en mi garganta como un trago de alcohol-. Cuida de Annie, pues no me puedo ir de aquí.
De pronto noté que alguien se sentaba a mi lado, era ese pelirrojo que había intervenido en la pelea. Tenía las manos juntas y la mirada clavada en el piso. Despegué el teléfono de mi oído y le puse toda mi atención. Entonces vi como su cabeza se balanceaba de un lado a otro,
negando, logrando sin palabras un enorme vacío dentro de mi pecho.
la mirada- Idris va NO
Abrí la boca, pero no salió ni una sola palabra.
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-No pudieron ayudarla… -agregó tragando saliva-. Algo estaba mal, sufrió de un desgarre y una hemorragia que no pudieron controlar.
-No…
-Se fue contestó y entonces se levantó del asiento, con los ojos cargados de lágrimas y semblante taciturno-. Idris murió. Ya no tiene sentido que te quedes. Ve con tu esposa y ya no cometas más errores de los que te puedas arrepentir después. Porque ese es el sentimiento más jodido que puede existir, saber que pudiste cambiar las cosas, pero no lo hiciste.
Sonriendo con los dientes apretados, dio media vuelta y regresó por ese pasillo que parecía más oscuro de lo normal. Mi cerebro estaba revuelto y era como si ninguna de sus palabras hubiera podido entrar a mi cabeza.
Necesito al forense para la paciente Idris, Lynch escuché decir a un doctor en un susurro a la recepcionista que terminó soltando sus papeles al piso para cubrir su boca antes de que sacara un grito de horror-. Date prisa.
—Sí, doctor…-contestó la mujer apenada.
Retrocedí sintiéndome confundido y vacío. Era tarde, demasiado tarde, para todo. Levanté el celular y noté que mi mamá seguía refunfuñando y gritándome. -¡Ven ahora mismo! ¡Tu esposa te necesita!
-¿Señor? -preguntó Clark acercándose a mí, como si supiera lo que había pasado desde antes de que le explicara.
-Necesito que te quedes aquí, dicen que está muerta y sé que no me dejarán corroborarlo… Quiero pruebas -pedí antes de salir del hospital con las pocas fuerzas que me quedaban.
En vez de ir al hospital donde estaba Annie y mi madre, terminé en la mansión de mi abuelo, encerrado en la biblioteca, viendo esa foto mía que a Idris tanto le gustaba. Pese a todo lo que había pasado, todo el odio que guardé para ella se había esfumado y transformado en culpabilidad.
De pronto mi teléfono sonó, se trataba de Clark, me había enviado un par de imágenes que, al abrir, lograron que el aparato se deslizara de mi mano y se precipitara al piso. Era Idris, con una sábana hasta la coronilla, con sus cabellos rojos asomándose por debajo y su fría mano colgando de la camilla.