Capítulo 48: Un niño muy celoso
TINA WILLIAMS
-Su recuperación ha sido bastante exitosa -intervino el doctor con media sonrisa-. Al parecer los cantos de su enfermera surtieron efecto.
-Entonces… ¿por qué no puedo mover las piernas? -preguntó Kyle apretándose los muslos por encima de la sábana.
-Doctor… ¿Es posible que…? -La señora Lynch no era capaz de terminar su pregunta cuando se sentó al lado de su hijo y lo abrazó de manera protectora.
-Es posible que no vuelva a caminar -contestó el doctor apenado.
La señora Lynch se soltó a llorar mientras los tres hermanos guardaban silencio, incluso Oliver parecía confundido. Vi tantas veces a familias destrozadas y cada una de ellas causaba un profundo vacío dentro de mí. Amaba mi trabajo, pero no podía evitar sentirme afectada cuando las cosas no salían bien.
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Después de la operación de Oliver regresarían a Dublín. Ya no me necesitarían y lo aceptaba, pero como siempre, me afectaban mucho las despedidas. Me daba gusto ver a un paciente abandonar el hospital para continuar con su vida, pero no significaba que no me llegara la nostalgia.
Comencé a sacar mi ropa de los cajones para meterla en las maletas. Debía de estar lista, no quería retrasar la despedida. Quería que fuera rápido, como tirar de una vendita, así era más
fácil.
-¿Tanto te urge irte? -preguntó Kyle desde mi puerta, en su silla de ruedas y con esa mirada nublada por la tristeza que le generaba su nueva condición.
De nuevo me puse nerviosa-. Bueno, es que… pronto no me van a necesitar. Debo estar lista para irme.
-¿No te vamos a necesitar?
–Oliver será intervenido y tú ya estás despierto. Además… regresarán a Dublín y…
-¿No quieres venir con nosotros?
Ah… Soy una enfermera, si vine aquí fue por trabajo
contesté controlando mi lengua. ¡
Claro que quería ir con ellos y conocer Irlanda! ¿Cuántas veces en la vida tenías la posibilidad de viajar de esa forma? Me mordí los labios y tuve que desviar mi atención de él-. Fue un
placer servir a la familia Lynch, pero tengo que regresar al hospital y recuperar mi puesto, mi vida está aquí.
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-¿Tienes familia? ¿Estás casada? —preguntó mientras entraba a mi habitación, viendo cada mueble. No veo ninguna foto de parientes o… novio.
-Bueno, mi vida personal y laboral son la misma -respondí y de pronto me sorprendí. ¿En verdad no había más? ¿Solo trabajo?
-Si no tienes raíces aquí… ¿por qué negarte a venir con nosotros? -Se recargó sobre sus piernas y entrecerró los ojos como si deseara enfocarme—. Además, ¿quién te dijo que no necesitamos de una enfermera de confianza? Por si no lo notaste, sigo lisiado.
-Pero en Dublín de seguro encontrarán mejores enfermeras, más capacitadas y…
-Pero de seguro ninguna va a cantar mientras me atiende… contestó con media sonrisa, provocando que me sonrojara-. Es curioso, pero en cuanto abrí los ojos tu voz se me hizo tan conocida, como si fueras una vieja amiga.
Su voz era profunda y grave, se escuchaba un suave ronroneo en el fondo de sus cuerdas vocales que me provocaba escalofríos.
—¿Qué dices, Tina Williams? ¿Vendrás con nosotros? ¿Aceptas ser mi enfermera? Te prometo que tu paga será buena y tu estancia y comida corren por mi cuenta -agregó haciendo su sonrisa más grande y dedicándome una mirada dulce que me desarmó. Entonces me di cuenta de que la playera que estaba doblando estaba hecha bola entre mis manos, la había arrugado por los nervios.
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IDRIS DOYLE
-Ahora que Idris Doyle ha muerto y regresarás a Dublín como Idris Lynch… ¿Has pensado qué quieres hacer? -preguntó mi madre con una sonrisa tierna.
-Quiero emprender un negocio–contesté con la mirada perdida mientras mi cerebro trabajaba con más rapidez que mi lengua.
-Eso es bueno, poner algo propio és satisfactorio y enriquecedor. -Me apoyó Finn con orgullo . ¿Qué tienes en mente?
Quiero poner una farmacéutica —contesté con una gran sonrisa, pero sin dirigir mi atención hacia nadie en especial.
–¿Una farmacéutica? -Mi madre estaba escéptica. El único que parecía comprender bien mis intenciones era Evan, quien sonrió de medio lado, orgulloso.
-Sí, ahora que he vivido lo de Oliver me he dado cuenta de lo costosa que es la medicina y no muchos pueden acceder á ella, aunque la necesiten. Quiero ofrecer medicamentos de calidad a bajo costo.
-Para lograrlo necesitas generar volúmenes grandes, sino la empresa no será redituable
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-Y para llegar a eso, no será de un momento a otro. Pasarán años para que tu negocio se
vuelva una empresa -insistió mi madre-. ¿No hay algo más que te apasione? Podrías dejar
eso para otro momento.
—Quiero una farmacéutica, quiero dar medicamentos a precios accesibles, quiero dominar el mercado… quiero…
-Quieres destruir el imperio de la familia Harrison contestó mi madre viéndome como si
no me conociera.
-Quiere destruir a Liam Blake -agregó Evan aún más divertido.
-No me importa el tiempo que tarde… —contesté con rencor-. Le di ocho años de mi vida, sacrificar un par más no le veo problema. Además, a su lado aprendí del negocio, no empezaré desde cero. Le quitaré a sus químicos y farmacólogos, pagaré mejor a sus mejores vendedores
.. y le haré un favor a la humanidad, no solo al vender medicamentos más baratos, sino quitando del camino a ese hombre que se enriqueció a costa de la enfermedad de los demás.
Recordé cada momento en el que no tuvo problemas en aumentar el precio de algún medicamento, sabiendo que, al aumentar su demanda, podría darse el lujo de hacerlo. ¿Cómo no lo vi? En cualquier sentido, Liam era cruel y despiadado, un egoísta de m****a, pero le daría una lección de humildad.
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LIAM BLAKE
Visitaba la tumba de Idris cada fin de semana, era donde pasaba mi tiempo libre, y el departamento que compartimos cada noche se había vuelto mi santuario. Cuando necesitaba algo de paz, me refugiaba ahí y me ponía a recordarla.
Pude recuperar algunas fotos suyas, que acomodé en cada mueble y mandaba a que siempre hubiera rosas rojas, tan rojas como su cabello.
Frente a su lápida siempre dejaba las mismas flores y ordené que alguien estuviera al pendiente de cuidar su tumba. Ver que lo único que adornaba esa piedra era su nombre, me generó un vacío en el pecho. Solo decía Idris Doyle, sin un «<amada esposa y madre», solo su nombre, solitario y en letras doradas.
–No puedo creer que tengas a tu mujer y a tu hijo en casa y prefieras ver a una muerta -dijo mi madre detrás de mí-. Liam, tienes que recapacitar.
-¿No te dijo Annie? –pregunté divertido sin despegar mi atención del verde césped-. Ese hijo no es mío.
Debe de ser una equivocación, ella jamás te sería infiel–contestó iracunda–. Mejor dime que no quieres hacerte responsable de ese bebé.
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